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En
esta sociedad presuntamente antirracista y autoproclamada
tolerante, con el moro te puedes meter, a condición de que ese
moro sea el Rey de la morisma. Así que leña el moro, que es de
goma, y como habla aljamía no se entera. El Rey Mohamed VI ha
venido en el avión real, acompañado de su hermana la princesa
guapetona que dicen que le habla a un torero. Digo yo que tenía
que haber venido en patera, para que supiera lo que son las
fatiguitas de la muerte que pasan sus súbditos para huir de los
jardines de Alá en las faldas del Atlas. Ha venido Mohamed VI
casi como Tarik y Muza, a territorio conquistado. Ha venido a la
mayor provincia de su Reino alauita, que es España. ¿En qué
ciudad del Reino de Mohamed VI viven 250.000 marroquíes? ¿En
Casablanca acaso, en la muy literaria Tánger, en el Xauen de
las pinturas de Bacarisas? No, paisa, en Esbania. O
Madrid o Barcelona, o El Ejido o Sevilla, una de ésas debe de
ser hoy por hoy la ciudad con una mayor población marroquí. Un
nuevo Alabama de los esclavos sin papeles, no debemos olvidar
que España es el profundo Sur donde los nuevos esclavos llegan
pagándose ellos mismos el viaje en el barco negrero, a veces
con el precio de su propia vida.
Ante Mohamed VI, en El Pardo (lagarto,
lagarto), ha desfilado la que fue Guardia Mora de Franco,
reciclada ahora en coraceros de la Caballería de la Guardia
Real. Lástima que fuera la España regia. De haber sido la
España real, tenían que haber desfilado los moros babucheros
que venden alfombras en los mercadillos de los lunes, los que
recogen la fresa en Lepe, los que ponen ladrillo tras ladrillo
sin rechistar y sin convenio en el adosado de nuestra modernidad
y nuestro progreso.
Mientras el Rey alauita, en la Embajada de
Marruecos, daba té con yerbabuena en la recepción a los
elegidos, a los moros amigos de Asuntos Exteriores, a los
inmigrantes magrebíes de lujo, este cronista recorría las
playas tarifeñas que van desde Valdevaqueros a Los Lances.
Esqueletos de pateras sobre las dunas. Imago mortis.
Entre las lajas de pizarra de la orilla, las gomas desventradas
de la Zodiac de la madrugada. Ayer la Guardia Civil, en estas
costas, apresó a 169 novios de la muerte de las pateras. Da
igual. Son ya un número en el balance diplomático de las
fluidas relaciones entre los Reinos de España y Marruecos. Son
la cantinela de la radio de cada día. Ha habido 26 muertos en
carretera en el fin de semana y 18 marroquíes y subsaharianos
muertos en las pateras del Estrecho. Da igual. Mohamed VI no
vino en patera. El comunicado final de su visita quedará lindo.
Y en la fosa común del cementerio de Tarifa quizá haya dos
montones más de tierra española, mirando hacia la Meca de los
sueños que se pagan con la vida.
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