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No
es que Enrique Fernández Miranda esté dando el cante. Es que
es, aunque no se le note, tiene que ser muy buen aficionado al flamenco,
que no es lo mismo. Como sabe que en el flamenco se lleva el
mestizaje de los estilos nuevos y floreados que llaman de
fusión, ha dicho en la Secretaría para la Extranjería e
Inmigración:
-- Niño, pon la cejilla en el siete, que vamos a dedicar
aquí a los señores unos cantecitos de ida y vuelta.
Como Juanito
Valderrama con las colombianas o como Angelillo con las
guajiras, Enrique Fernández se ha arrancado por milongas. Será
que no entiendo tanto de cante como él, pero a mí esta
solución de ponernos a llevar y a traer ecuatorianos como locos
me parece una milonga. Pero no una milonga melosona de melaza
hermosa, sino una milonga con letra incomprensible. O será cosa
del flamenco de fusión, que siempre tiene un poquito de
confusión. Será un estilo que se ha inventado El Niño
Torcuato. Sí, en el mundo del cante por milongas, don Enrique
Fernández debe de ser El Niño Torcuato, como otros son El
Niño Ricardo o El Niño de Pura. Aparte de dar a Iberia dinero
que viene del mismo bolsillo de los contribuyentes, no sé qué
se gana con hacer en Quito una burocracia que se podía
cumplimentar perfectamente en Murcia. No quiero ni pensar que al
Niño Torcuato le dé por legalizar a todos los orientales de
los restaurantes chinos, el dineral que nos vamos a gastar en
billetes de ida y vuelta para que demos el cante en Taipei,
donde además no vuela Iberia, vamos a hacer rica a la Thai. En
cuanto a los indios que venden transistores baratitos en los
bazares de los veinte duros, la cosa será más literaria,
porque en tal caso me imagino que la operación que monte El
Niño Torcuato se llamará "Pasaje a la India".
Y en esta incomprensible milonga de ida y vuelta, lo que no
me explico es que el cante del Niño Torcuato sea políticamente
correcto y que en cambio le hayan dado la del tigre a Rafael
Centeno en el Parlamento Andaluz, por haber cantado su
achilipún, en plan Emilio el Moro, y se ha visto la copla con
lo de "Los
moros, a Marruecos". Al fin y al cabo, el cante por
Centeno es lo mismo que el cante por el Niño Torcuato, pero sin
billetes de Iberia. Centeno lo ha dicho, pero el otro lo ha
hecho: "Los ecuatorianos, a Ecuador". Con la
diferencia de que no es lo mismo pagar un pasaje en el ferry de
Ceuta o en el transbordador de Tánger que un vuelo a Quito.
Y mientras, no hay quien diga una palabra de las tristes
carceleras de los pobres negros confinados en el polideportivo
de Tarifa. Que eso sí que una pena para ser dicha por soleares
o por seguiriyas.
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Biografía de Antonio Burgos
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