|
Perdona,
admirado Jaime
Mayor Oreja, que use papel de periódico para ponerte estas
cuatro letras, que quiero te lleguen justamente antes de una
jornada de reflexión en la que quienes tienen que reflexionar
seguro que no reflexionarán absolutamente nada, pues más que
la reflexión lo más cómodo es la flexión, la flexión de
espinazo ante los que tienen el poder o la genuflexión ante
el miedo. Si escribo, Jaime, desde aquí es para no colapsar
el Correo, que demasiado tiene ahora con hacer llegar los votos
postales a su destino. Triste país el tuyo, donde hasta al voto
por correo hay que ponerle escolta, como si fuera la diligencia
de la Wells Fargo ante las flechas de estos sioux.
Dicen, Jaime, que está todo el pescado vendido desde
Santurce a Bilbao, por toda la orilla de las encuestas, y ojalá
el domingo a las 8 de la tarde nos llevemos la gran alegría de
que los deseos sean realidad. Salga lo que salga de la voluntad
de las urnas, creo que solamente por las esperanzas que has
despertado los españoles te debemos un reconocimiento, por muy
lejos que estemos de la sombra del árbol de Guernica, en esta
sombra de araucarias y jacarandas de tu andaluza mar del verano.
Has hecho justamente lo contrario que me decía mi madre y me
imagino que también a ti la tuya: "Tú, hijo, no te
signifiques". Vaya si te has significado. Significándote,
nos has dignificado a todos. Nos has dicho con el ejemplo de los
hechos que de "todo vale", nada. Que de comodidades,
las mínimas. Cuando anunciaste tu candidatura, oí que muchos
decían: "¿Pero qué necesidad tiene este hombre de
meterse en este lío, con lo tranquilo que está de ministro en
Madrid, qué se le ha perdido en el País Vasco". Pues en
el Papis Vasco se te había perdido, Jaime, lo mismo que se nos
había perdido a todos: ni más ni menos que la libertad.
Dejarlo todo y seguir por la difícil senda constitucional es en
tu caso no sólo un gesto ético de bien nacido, sino que hasta
parece una parábola de ese Evangelio que dice que la Verdad nos
hará libres. Y la libertad que has defendido a pie de obra,
donde tiene mérito, es la que nos permitirá decir la Verdad.
¿Puede decirse el viejo grito de tu Cádiz de la mar del
verano, Jaime? Pues lo digo: "Viva la Libertad". Y ya
que vámonos pá Cai, ole tus cojones, Jaime...
Hemeroteca de
artículos en la web de El Mundo
Biografía de Antonio Burgos
Libros
de Antonio Burgos en la libreria Online de El Corte Inglés
Libros
de Antonio Burgos publicados por Editorial Planeta -
|