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Cuando
El Fary canta, no es necesario poner en los carteles: "Esto
no es un recital de Plácido Domingo". Cuando sale en la
televisión Ernesto Neyra, no es necesario que adviertan:
"Este señor no ha ganado el premio Planeta de
novela". Como cuando sale Arzalluz tampoco hay que matizar:
"No esperen que este señor diga que Europa debe incluir a
Batasuna en la lista de los coleguillas de los asesinos
terroristas". Por el contrario, ahora que a Manuel Chaves
lo han cogido con las manos de los detectives privados en la
masa de las vidas más privadas todavía de los dos presidentes
de las Cajas sevillanas, sí hay que advertirlo, ante la
irresistible tentación nominalista que hará que hoy pongan ese
título del Chavesgate al menos dos mil millones de columnas:
"Esto no es el Chavesgate; esto es todo lo más un sainete,
o algo peor que un sainete."
Si fuese el Chavesgate, resultaría que Chaves habría
mandado a sus espías leperos a investigar en la oficina de
Teófila Martínez asuntos de alta política: "Vayan y
miren los papeles, porque estamos haciendo aquí una porra, a
ver quién es el próximo al que la Teo le mete una
querella." Eso sí sería un Chavesgate. Como sería un
Chavesgate que este otro Donmanué que no es Lopera hubiera
dicho: "Hay por ahí un nuevo rico que se dice muy amigo de
todos nosotros, que del tirón se ha comprado tres mil coches de
caballos, así que miren de qué recalificaciones saca pá tanto
como destaca..." Esas investigaciones, o las terminales
andaluzas de Gescartera, o una pesquisa a fondo para saber por
qué Javier Arenas sale tan bronceado en pleno mes de noviembre
serían verdaderamente el Chavesgate.
Pero esto no es el Chavesgate. Quiero pensar que es un
sainete, un pasillo de comedias, porque en caso contrario se
trataría lisa y llanamente de un intento de chantaje. El que se
mueve sí sale en la foto: en la foto que intentan hacerle los
Inspectores Clouseau de Chaves saliendo de una casa de niñas, o
con la amante si la hubiere, o trincando la tela marinera del
telón. Y ha quedado todo en sainete porque los dos espiados son
caballeros integérrimos. Al uno, todo lo más lo han cogido
dando un bollicao al niño en Carrefour para que se lo coma
antes de pasar por caja, un sábado que fue con la parienta el
híper. Y al otro, en la competencia, en el Hipercor, otro
sábado familiar, lo cogieron in fraganti cuando se daba ese
gustazo incívico de soltar por fin el coche aparcándolo en el
sitio reservado para los minusválidos.
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