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El
esplendor de los Omeyas es nada al lado de los esplendores de
Jabugo. Hay que seguir quedándose con el jamón como indicador
supremo de la prosperidad. Más que el índice de renta, más
que el PIB, más que el Nikei, más que el Nasdaq, saben que
sostengo que el jamón es el que de verdad indica si la gente
anda cortita de dinero o si es que lo tiramos. Ya dije que el
mejor signo de que España va bien no es lo que dice Aznar, que
dice muchas tonterías, sino aquella estadística dada a conocer
por sanitarios de Vélez-Málaga, que indicaba que 50.000
españoles resultan heridos cada año cortando jamón. Y
quizá recuerden que animaba al PP a que en el inminente
Congreso incluya el jamón dentro de sus objetivos
programáticos: el día que haya en España no digo ya 50.000
heridos anuales cortando jamón, sino 200.000 o 300.000, será
señal de que la convergencia europea ha dado de sí todo lo
previsto.
En Andalucía los indicadores económicos desmentirán cada
momento la segunda modernidad de Chaves; en España la realidad
del paro y de las pensiones bajas darán a cada instante el
contrapunto a la marcha triunfal de Aida del Gobierno; en el
mundo, entre Argentina y lo que no es Argentina, irán las cosas
todo lo malamente que quieran decirnos los periódicos de papel
color salmón. Pero la realidad es que en el mundo empieza a
escasear el jamón. No porque los cochinos se hayan declarado en
huelga, ¿será por cochinos?, sino porque cada vez hay más
gente en condiciones económicas de comer jamón. Se abren las
fronteras de Estados Unidos y del Japón al jamón y, claro,
pasa lo que pasa: que falta jamón. Los americanos, que no son
tontos, han descubierto que no es lo mismo York que Jabugo. Y
los japoneses, que tampoco se chupan el dedo, han descubierto
que mejor que todavía mejor que el atún de Barbate es el
jamón de la sierra de Huelva. Mientras no se fabriquen cerdos
transgénicos de ocho patas, en el mundo va a haber dos
problemas coincidentes en el tiempo que son casi una parábola
evangélica del rico Epulón: que cada vez hay más hambre en
los países subdesarrollados y menos jamón para los
desarrollados. La denominación de origen Huelva no puede de
momento abastecer todo el mercado, y mientras las cerdas no den
a luz cochinos de ocho o de dieciséis patas, han ideado un
programa que parece como una ONG de los derechos humanos para la
raza porcina: "Jamones de Cerdo Ibérico Criado en
Libertad". Lee uno el nombre de ese programa y le dan ganas
de gritar:
-- ¡Viva el cerdo libre!
-- ¡ Viva!
-- ¡Muera el cerdo estabulado!
-- ¡Muera!
(Pero cuando lo mates, tráeme por lo menos la probadilla de
la matanza, para comérmela frita con un par de huevos...)
Sabía que en Alemania vendían huevos de gallinas contentas,
de gallinas criadas en libertad, los que aquí llamamos huevos
de campo, esos de las yemas rojas y retotolludas. No me
imaginaba que aquí, por exigencias del mercado, íbamos a
llegar al cochino contento, al cerdo criado en libertad por esos
montes de Huelva. Habrá que poner en hora el reloj de las
calidades del jamón. Hasta ahora sabíamos que el bueno era
Ibérico Serrano de Bellota, que eso de "pata negra"
nada más que lo dicen los que no saben ni papa de jamón. Ahora
habremos de decir Ibérico Serrano de Bellota Criado en
Libertad. Menudas dos maravillas juntas a partir de ahora: la
libertad y el jamón...
El
Nasdaq Jabugo
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