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Confieso
de entrada que no entiendo ni papa de fútbol. Entiendo un
poquito de Real Betis Balompié, pero eso no es entender de
fútbol, sino de ética y de estética. Por eso pienso en la
iconografía clásica de Neptuno entre las olas o en Pedro
Botero con su tenedor de tres pinchos en los barrocos retablos
de ánimas benditas del Purgatorio cada vez que las vísperas de
jornada de Liga o de encuentros de la Liga de Campeones (me
niego a escribir "Championlí") hablan del tridente.
¿Qué es eso del tridente? Arma secreta debe de ser,
potentísima, terrible, que manejan expertos en técnicas de
destrucción como Raúl, Zidane o Figo. Saco en conclusión que
cuando se pone el tridente en movimiento o en acción, no hay
defensa que resista, línea que aguante, en eso casi erótico
que es siempre "la posesión del balón". ¿Qué
diferencia hay entre la antigua tripleta atacante de la
literatura futbolística de Antonio Valencia o de la oratoria de
la pelota de Matías Prats y este tridente de ahora? Ni idea.
Y si entiendo poco de fútbol, como aquí acaba de quedar
demostrado, de política tampoco ando muy bien despachado que
digamos. Por eso a lo mejor estoy confundido de la cruz a la
fecha, y quizá el tridente no sea cosa de fútbol, sino de
política. De manejos políticos concretamente, de maniobras
orquestales por debajo de las urnas y de la voluntad de los
votantes. Cada vez oigo hablar más de un tridente que aún no
recibe tal nombre, pero que por lo que llevo escuchado ataca, y
cómo, todo lo que se le pone por delante. Un tridente que, si
mis informaciones no fallan, está formado por González,
Polanco y Arzalluz. Cuando ese tridente se pone en marcha, por
ejemplo, no hay política común de defensa de la Constitución
en la Zona Cero de Vascongadas que valga. Por muchos miles de
votos que hayan sacado en las urnas unos señores que se
presentaron a las elecciones del 13 de mayo, llámense Mayor
Oreja, llámense Redondo, llega el tridente y, plas, hace con
ellos un pincho para sus particulares intereses. Observo los
tres pinchos del tridente y el uno está en la política
nacional como un simple diputado de la oposición; el otro, como
dirigente de al fin y al cabo un partido regional. En cuanto al
tercero, ni siquiera está en la política; es simplemente rico
por su casa. Del poder del tridente, pregunten a Nicolás
Redondo, que se lo clavaron hasta donde pone "Toledo".
Lo que más me inquieta es que la cara del invisible tridente la
pone Zapatero, con esas cejas de demonio con el tenedor...
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