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Si
la Academia que más suena en España no es la Real Academia
Española, la que elabora el Diccionario de la Lengua, sino la
Academia de "Operación Triunfo", desde cuyas
pirámides 10 millones de espectadores contemplan a Rosa, a
David, a Manu, a Chenoa, a Verónica y al otro David, no debemos
extrañarnos que se entienda que la ortografía es, ¿como se
dice en términos políticamente correctos? Ah, sí:
reaccionaria, cavernícola y carca de toda carcundia. Aquí, con
tantas campanas doblando en el entierro de Montesquieu, no
pudimos ver la esquela mortuoria del Miranda Podadera, aquel
manual practicón de ortografía con el que generaciones y
generaciones de españoles se labraron un porvenir ganando
gracias a sus divinas enseñanzas las oposiciones a cartero o a
auxiliar administrativo del ayuntamiento del pueblo,
aprendiéndose de coro cómo se escribía aquello tan bonito de
"Ahí hay un hombre que dice ay", que ya saben ustedes
cómo hay que escribirlo por lo moderno: "Ay ai un ombre ke
dise hay".
Si lo lo progresista es la ruptura de toda norma, la
ortografía no pinta nada. No pinta nada en una sociedad donde
se aplaude, un suponer, que los miembros de la Sociedad
Protectora de Animales se proclamen matagatos, y que se defienda
el natural derecho a que todos los protectores de animales maten
cuantos gatos tengan por conveniente, ¿para esto hemos hecho
una Constitución, para que a los socios de Protectores de
Animales los suspendan y les quiten el carné si proclaman su
libre derecho a matar gatos? Si la norma es la anomia, lógico
que no se quiera aprender esa antigüedad de la ortografía.
Teniendo el procesador de textos del ordenador programa de
corrección ortográfica, aprender que ahí hay un hombre que
dice ay es una pérdida de tiempo.
Claro que por esta sublimación, tan progresista, de la
incultura, como no leen, se pierden las mejores. Podían traer
en plan cura de Valverde a Gabriel García Márquez, que es
amigo de la casa y que fue el primero en proclamar que la
ortografía es una antigualla. En esta campaña contra la
reválida echo en falta a García Márquez en el programa de Ana
Rosa Quintana, largando contra la ortografía. Ortografía que,
sin ellos saberlo, se han vuelto a aprender los que la
desprecian. El mundo de los teléfonos móviles y de los
mensajes cortos ha creado una nueva ortografía, que,
paradójicamente, están encantados de aprenderla y observarla,
y que se la saben sin una sola falta. Esa ortografía de los
mensajes telefónicos que jibariza las palabras, donde
"que" es "ke", donde "saludos" es
"salu2", complicadísima, mucho más que el hombre
diciendo ay, pero que se la saben para nota, sin una sola falta
en veinte líneas. Hasta libros de normas hay que explican esa
ortografía, nuevos Mirandas Podaderas. Como eso es lo moderno y
progresista, no será yo quien deje de proclamar: "¡Biba
la hortografía!".
Sobre este
tema, en El RedCuadro
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ITV de reválida
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