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Mañana
mismo ya, con impaciencia de vísperas, cogiendo la Semana
Santa por punta, los pasos en la calle. Otra vez la gloriosa
primavera de tambores antiguos y de viejos ritos religiosos, en
una sociedad cada vez más laica y chunga de valores que no sean
el dinero como medida de todas las cosas. Otra vez, sobre esos
pasos, la representación popular y artística de la Pasión. Y
en esta sociedad donde el estudio de la Religión es siempre
optativo y casi absoluto el desconocimiento de la Historia de
las Religiones, los pasos de Semana Santa vuelven a cumplir su
primitiva función didáctica de la Contrarreforma. La acepción
21 de la palabra en el DRAE: "Paso: Efigie o grupo que
representa un suceso de la Pasión de Cristo, y se saca en
procesión por la Semana Santa." En el origen de la Semana
Santa, la Iglesia sacó a las calles los pasos como un catecismo
escultórico, para enseñar visualmente los pasos, los pasajes
de la Pasión al pueblo. El pueblo veía en las calles en la
Semana Santa lo que durante todo el año había oído a los
curas en los púlpitos. Le ponía cara a Cristo y a su Madre;
les ponía cara de malos a los judíos que mataron al Señor;
les ponía a los apóstoles caras de bonachones durmientes en la
oración en el Huerto, cuyo olivo podía también ser
contemplado, como las palmas en los pasos de la Entrada en
Jerusalén de la Pollinica o la Borriquita.
Hablando de la calidad de la enseñanza y del desconocimiento
de las humanidades, le preguntaba el otro día a Gómez Marín:
-- ¿Cuántos escolares que entren en el Museo del Prado
pueden comprender la iconografía de mitología clásica pintada
en los cuadros, Eros y Leandro, el cisne de Leda, el rapto de
Europa, la fragua de Vulcano?
-- Ninguno...
Le haría ahora a Gómez Marín parecida pregunta:
-- ¿Cuántos chavales a los que sus padres lleven estos
días a ver las cofradías, como no han estudiado en el colegio
ni siquiera Historia de las Religiones, ni Historia del Arte, y
viven en familias apartadas de la práctica religiosa católica,
podrán comprender las escenas evangélicas representadas en los
pasos?
La respuesta, probablemente, sería tan descorazonadora como
la del Museo del Prado. Salvo niños de chaquetita azul
concursantes de competiciones capillitas que identifican a
Pilatos nada más ver el asa de la palangana, se ha debido de
retroceder bastante en la común comprensión de las escenas
evangélicas representadas. En el chiste cofradiero, aquel
andaluz al que un guiri protestante le preguntaba quién era el
mandamás romano de la blanca clámide sabía perfectamente no
sólo que era Pilatos,
sino que precisamente fue Don Poncio quien por poco nos deja sin
Semana Santa, si llega a absolver a Cristo y no lo crucifican.
La cultura media de un andaluz sobre la iconografía de la
Pasión era antes como ahora la de un licenciado en Historia del
Arte. Los pasos de misterio no eran ningún misterio para el
conocimiento medio de la iconografía pasionista. Sin salir del
DRAE que hemos citado, en cuestión de pasos de misterio, en
esta sociedad laica que todo lo va ignorando acerca de las
religiones hemos pasado de la acepción 5 a la acepción 3 de la
palabra "misterio". "Misterio" era la
acepción 5: "Cada uno de los pasos de la vida, pasión y
muerte de Jesucristo, cuando se consideran por separado".
"Misterio" es ya para muchos la acepción 3:
"Cualquier cosa arcana o muy recóndita, que no se puede
comprender o explicar". ¿Quién sabe ahora por qué Judas
era tan besucón?
Sevilla
en el suplemento "Viajes" de El Mundo: "Los
paisanos de Pilatos"
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