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Con
la visita del Príncipe
de Asturias vamos a vivir quince excepcionales días en
Andalucía. Como un estado regio de excepción, que confirma la
regla. Visita va, recepción viene, Andalucía va a salir en los
medios informativos nacionales en asuntos no relacionados con
los cutres personajes andaluces del Petard System, ni con ferias
y romerías, ni con capillitas y cofradías, ni con separaciones
ducales, ni con encierros de trabajadores, ni con crímenes
sangrientos, ni con cobros ilegales de comisiones, ni con
escándalos políticos de la Junta, ni con pateras de
inmigrantes en Tarifa, ni con violencia xenófoba en los campos
de fresa, vainilla (polaca) y chocolate (nigeriano).
Es más: durante unos días se va a obrar el milagro de que
Chaves se crea cuanto es sobre el papel de la Constitución y
del Estatuto Andaluz. Durante unos días, Chaves va a entender y
a ejercer con su práctica política que el Reino de España, al
Sur de Despeñaperros, se llama Junta de Andalucía. Eso que,
por ejemplo, Pujol tiene tan claro, aquí nunca ha sido tomado
en serio. Como no se lo creen ni ellos, han hecho creernos que
el Estado es una cosa que está en Madrid y que la Junta de
Andalucía es como unos Juegos Reunidos Geyper para que jueguen
al parchís de las trifulcas y al Monopoly de los billones de
pesetas quienes un día aspiran a gobernar en Madrid. Han hecho
creernos que la Junta no es parte del Estado, sino un Caballo de
Troya, enjaezado a la andaluza y con las crines adornadas con
cintas verdes y blancas, que sirve fundamentalmente para abonar
los barbechos del voto y el clientelismo político, con los que
entrar un día braceando por la Moncloa, como entró González
tras el acoso y derribo de la UCD tras el error del 28-F.
Espero por todas estas razones que durante unos días no
veamos la esquizofrenia que produce el uso partidista de la
Junta contra Madrid. Eso de que por un lado sigan con la
política de planificación familiar y por otro anuncien los
premios de natalidad tras el tercer hijo, sólo por fastidiar a
Madrid. Eso de que por un lado pongan denuncias judiciales
contra las compañías de tabaco y por el otro sienten a
negociar a los agricultores que lo cultivan en la Mesa del
Tabaco. Eso de que formen la del tigre por las relaciones de
Madrid con Rabat y callen como hetairas ante el entreguismo
gubernamental en la firma de la prórroga de los acuerdos con
los americanos que virtualmente ceden la soberanía de la tierra
andaluza de Morón y Rota. Eso de que anuncien medidas para
acabar con las listas de espera y para solucionar la falta de
camas hospitalarias, mientras desprecian la cesión del Hospital
Militar de Sevilla, porque quieren siempre cortar cintas
inaugurales para salir en las fotos de la demagogia del No-Do
que emiten desde San Juan de Aznalfarache. Eso de que, también
en materia sanitaria, desmembraran y desmantelaran en Andalucía
entera todo el sistema de sanidad municipal y provincial, tantas
casas de socorro, tantos hospitales Mora, para que ahora quieran
volver a hacer del Equipo Quirúrgico de Sevilla un primer
escalón sanitario que evite los colapsos en las urgencias.
Vayan mirando el paisaje, que no es nada peligroso asomarse
al exterior de las provincias andaluzas visitadas por Don Felipe
de Borbón. Miren y comprueben que durante estas semanas todo
será una maravilla. Parece hasta que tuviéramos un presidente
de todos los andaluces, y no un señor que vino a la fuerza y
que ahora usa para la lucha de su partido contra Madrid la
institución para cuya presidencia fue democráticamente
elegido. Qué pena que al Príncipe de Asturias le hayan hecho
la casa nueva en Madrid. Tenía que habérsela hecho en Sevilla,
y quedarse aquí para siempre, para que esto siempre fuera de
color de rosa.
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