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En
ese Congreso de los Diputados y Senado en una sola pieza, en ese
BBVA y SCH de consuno, en ese reflejo de los poderes de cinco
tenedores sobre manteles de hilo y cubertería de plata que es
el restaurante Jockey, que yo sepa, no se celebra ningún
juicio. Pero si tú llegas a Jockey despechugado, con la
guayabera de Gil o con la parka de huelga general de Méndez o
de Fidalgo, al punto te ofrecen una corbata para que te la
pongas. Jockey es como un perenne Día del Padre. Siempre te
regalan una corbata para que observes la compostura debida. Debe
de ser, junto con el Aero Club de Sevilla y quizá el Ecuestre
de Barcelona, el último templo español de la exigencia
obligatoria de la corbata. Prenda de cuya normalización
democrática, como de todo, se cumplen veinticinco años. Lo
más simbólico que hizo Don Juan Carlos en la transición,
aparte de restablecer las libertades y legalizar el PCE, fue
conseguir que la izquierda se pusiera corbata y se quitara el
jersey de cuello de cisne. El cambio no era que España
funcionara, sino que González se pusiera la corbata. Las
corbatas de fantasía que lleva el Rey son como un
autohomenaje a su ímproba tarea de haber logrado encorbatar a
la izquierda, con la excepción de Nicolás Redondo padre, al
que quizá amortizaron para desbancar al sindicalismo
despechugado y cimarrón.
En Málaga, la Junta de Jueces de lo Penal ha acordado
suspender los juicios cuando los abogados vayan por el rito de
Nicolás Redondo padre, esto es, sin corbata. Lo hubieran tenido
más fácil poniendo la sala de vistas en Jockey, Reserva de
Occidente de la Corbata. Sólo en los juicios que se celebren en
Jockey es obligatoria la corbata, porque la Ley Orgánica del
Poder Judicial y el Estatuto de la Abogacía declaran
obligatorio sólo el uso de la toga; de la corbata no dicen ni
palabra.
Hacen bien los abogados malagueños descorbatándose. Si es
por la dignidad y el prestigio de la toga de sus usías
ilustrísimas, ante algunas resoluciones judiciales no digo ya
sin corbata: en taparrabos deberían ir los abogados. ¿Cómo me
voy yo a poner la corbata ante un juez que dice que dar vivas a
la ETA no es delito, que eso está divinamente y que poco menos
que hay que darle un homenaje a Otegui? ¿Cómo me voy a poner
la corbata ante ese juez de Utrera que en vez de condenar al
tironero que arrastró a la vieja empapeló al guardia municipal
que lo detuvo? ¿Para qué la corbata ante los jueces que han
puesto en libertad a esos delincuentes habituales con 80, con 90
detenciones anteriores? ¿Cómo me voy a poner la corbata ante
los jueces que están encantados de echar del cuerpo a Gómez de
Liaño y que ponen en libertad a todo etarra al que Garzón haya
interrogado?
El problema de la Justicia en España no es ciertamente de
corbatas de los abogados. Es de calzones de los jueces.
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