No
hay nada que los andaluces odiemos más que a un gracioso.
Gracioso, para nosotros, es una descalificación. Y, por el
contrario, en la España de los graciosos, no hay nada que nos
guste más que reconocer los méritos de la gente con gracia,
que es algo muy distinto, sean de donde fueren. Que haya quien
nos quite a los andaluces la plaza oficial de gente con gracia.
Nos creemos vanamente en posesión de la gracia y con su
escritura de propiedad bajo el brazo. Incluso Sevilla se llama a
sí misma sin causa justificada "la Ciudad de la
Gracia", siendo en verdad la Ciudad de la Guasa. Anda que
no hay guasa en Sevilla y anda que no tienen guasa ni nada
algunos sevillanitos, verbigracia Felipe González.
Me encanta por estas razones que hayan nombrado portavoz a
Mariano Rajoy, un gallego con toda la gracia del mundo, que
empieza por lo fundamental: por no querer hacerla. De ahí sus
golpes de humor, grandiosos. Un humor más británico que de
"Catecismo del Labriego". Un humor como de Chesterton,
finísimo como la lluvia en Santiago, que cala. Su primera
comparecencia ante los periodistas como portavoz del Gobierno no
la mejora Woody Allen ni con el premio Príncipe de Asturias:
-- Soy el portavoz, pero muchas veces no les voy a decir
absolutamente nada de lo que piensa el Gobierno.
Vicente Aleixandre escribió "La destrucción o el
amor" y Rajoy recita los versos de su obra ágrafa:
"La destrucción o el humor". Lo que contestó a Aznar
cuando le anunció que lo había confirmado como vicepresidente
y lo había hecho ministro de la Presidencia y portavoz del
Gobierno fue de arte:
-- Menos mal que no me has hecho también capitán del equipo
de la Copa Davis...
Por eso hay tanto paro en España: porque todo el trabajo lo
tiene Rajoy. Quien tampoco ve muy claro el melón sucesorio de
Aznar. Otro golpe de gracia, que ha revelado Antonio Martínez:
-- Quizá la sucesión es como el "Gran Prix" de La
Primera de TVE y hay que ir superando pruebas. Cualquier día
Aznar me suelta una vaquilla en los jardines de la Moncloa...
Ole y ole. Por eso los que admiramos el humor como
lubrificante más que necesario en las relaciones humanas
estamos deseando que Rajoy suceda a Aznar como presidente. Ese
Rajoy con su retranca gallega, disparando dardos de humor contra
Zapatero, hubiera puesto la audiencia del debate en La Dos de
TVE a unos niveles de audiencia que ni "Gran Prix"
precisamente. Porque con Aznar es una pesadez, sin el menor
atisbo de gracia. Incluso cuando Llamazares o Anasagasti se
sueltan a sí mismos en forma de vaquilla del "Gran Prix"
en la tribuna de oradores.
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