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Hacía
meses que tenía con José
Antonio López Esteras la deuda de conocer la maravilla de
hotel que ha hecho en la antigua casa de los Terry en El Puerto,
y allá que fuimos, aprovechando que Carlos Herrera hablaba en
las "Charlas de la Bahía" que este empresario
organiza junto con EL MUNDO en su Hacienda de las Beatillas.
López Estera es algo tan atípico como un empresario andaluz
que lucha y trabaja por su tierra sin pensar poner la mano para
las subvenciones. Que nuestro empresariado, como la mano de obra
agraria, también está en gran parte subvencionado. Tú le
quitas a muchos que se llaman a sí mismos empresarios la
ventanilla de Bruselas o la ventanilla de San Telmo y no se
quedan ni siquiera en especuladores. López Esteras no es de
esta clase, sino de los que van adelante con los faroles por
muchos farolazos que les pegue la Junta, poniendo inconvenientes
a sus proyectos. A López Esteras, en vez de darle la medalla de
Andalucía, lo quieren fusilar por haber hecho Las Beatillas y
por haber hecho el Hotel
Duques de Medinaceli, que es como le ha puesto de nombre a
la antigua casa de los Terry, en recuerdo del Señorío del Gran
Puerto de Santa María que ejercieron los Cerda, tan ligado a la
historia del descubrimiento de América. Y junto con la deuda de
visita a su refinadísimo hotel Duques de Medinaceli (que no en
balde rima con Danieli), también le debíamos hace lustros a
López Esteras paseo en su barquito por la Bahía. Y allá que
nos embarcamos en Puerto Sherry. Un paseo por la bahía de
Cádiz debería ser obligatorio para todos los que vivimos en
Andalucía la Baja. Desde la mar Cádiz está todavía más
guapa, si ello es posible. Señora coqueta al fin y al cabo con
tres mil años encima, a Cádiz le gusta mostrar su lado más
favorecido desde las murallas de San Carlos, con las torres del
Carmen, esa catedral centroamericana que los galeones de la
Flota de Indias se dejaron por embarcar para Nueva España.
Desde el barquito, el fondo de estero de Puerto Real y de La
Isla, los pinares del Puerto, Rota ciñendo el talle de la
bahía como un pañuelo blanco. Y el "Adriano".
En nuestro paseo nos cruzamos, po, po, po, con el lento,
solemne Vaporcito del Puerto, que es como un barco del
Mississippi que hubiera venido para embarcar de tahúr a un
crupier despedido del Casino Bahía de Cádiz. Iba a lo suyo el
viejo Vaporcito, y lo admirábamos con música interior del
pasodoble de Paco Alba, cuando en esto, desafiante, rápido,
inadecuado a tanta belleza, un catamarán de pasajeros
haciéndole la competencia. Nos dijeron:
-- Es el "Rápido del Puerto", que va del Puerto a
Cádiz con pasaje en diez minutos.
El "Rápido del Puerto" es como el Vaporcito, pero
sin poesía. Un horror. Compadecimos entonces al viejo
"Adriano III" por la competencia desleal, temiendo que
las modernidades acabaran con ese pasodoble de comparsa que
navega la bahía en forma de vapor desde 1929. Pero, tranquilos,
que por una vez y sin que sirva de precedente, en Andalucía la
poesía y la leyenda han vencido a la modernidad y al maldito
parné. Leo con alegría en el "Diario" una crónica
de Diego Joly, donde pone que el "Rápido del Puerto"
ha pegado el barquinazo, y que termina su aventura naviera. Para
mí, sentimentalmente, esta batalla de la Bahía ha sido más
importante que la de Trafalgar. Que el Vapor, sin un duro, le
haya ganado a las nuevas tecnologías es un milagro de la Virgen
de los Ídem. Ya sabía yo que en el puente, el difunto Pepe el
del Vapor tenía planta de Nelson. Lo que no me imaginaba es que
fuera a ganar batallas después de muerto.
El Vaporcito del Puerto en El RedCuadro:
Ay, Vaporcito del Puerto...
Ayer fue siglo XIX
Carnaval de Cádiz- Paco Alba
Secuestran el "Adriano III"
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