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Que
me perdonen los lectores del resto de Andalucía si hablo de
Sevilla, pero es que la situación de la capital debe ser
conocida de Ayamonte a Almería, e incluso habrá que pensar en
proponer el asunto para ese libro de las marcas que tiene nombre
de cerveza. Sevilla, señores, tiene el alcalde
más ineficaz de toda Andalucía. Como por sus obras los
conoceréis, nunca estuvo la ciudad más abandonada, más sucia,
más insegura, más embotellada, más degradada. Eso, en lo
material. Y en lo espiritual, nunca hubo ciudad con un pulso
civil más plano, con menores iniciativas ciudadanas, con los
comerciantes más desesperados ni los vecinos más mosqueados
por cómo ven que todo cada vez está peor.
Como se acercan las elecciones, tienen a Sevilla levantada
por los cuatro costados, pero nadie sabe por qué ni para qué,
ni a qué precio. Toda la actividad municipal parece que se va
en hacer aparcamientos subterráneos, mientras los vándalos
destruyen los parques y jardines, no hay más cultura que la de
las fiestas mayores y menores, no se cuida el patrimonio
monumental que vienen a ver los visitantes, aun siendo el
turismo la primera actividad económica de una capital que
abandonó toda iniciativa industrial y magnificó la hostelería
como gallina de los huevos de oro.
Y todo esto, regido (es un decir) por un alcalde que no fue
el que obtuvo más votos, sino el que supo pagar a tiempo el
plato de lentejas que le llevó al sillón. Cuando Manuel del
Valle era alcalde de Sevilla, la oposición hablaba del
sillón vacío. Por lo menos entonces se notaba que había
sillón, aunque estuviera vacío. Ahora es que ni se nota que
haya sillón, y mucho menos que haya alguien sentado allí con
los votos prestados.
Como en Sevilla hay tanta guasa, la otra tarde, mientras
Manuel Gallardo inauguraba su exposición de fotografías
retrospectivas de los visitantes ilustres en la ciudad de la
Exposición Universal, un sevillano clásico me preguntó:
-- Oye, tú que sabes tanto de historia: ¿ha habido alguna
vez en Sevilla un alcalde
más tonto que éste que tenemos?
Y repasamos la historia, reciente y pasada, de la democracia,
de la dictadura, de la República y de la Restauración, y no
encontramos nada igual. Al lado del actual, Manuel del Valle era
un monstruo de la política; Luis Uruñuela, un fuera de serie;
Rojas, un desprendido servidor de los demás con olvido de su
propio ego... Y si seguimos hacia atrás, pues al lado del
actual, Fernando
Parias era Kennedy; Juan Fernández, Cánovas y Sagasta,
todo en una pieza y así sucesivamente...
Fue entonces cuando el sevillano de la guasa me dijo:
-- No, a éste le ha pasado como aquello del Marqués de
Contadero en el Aero Club que tú contaste un día.
Lo que yo conté un día del Marqués de Contadero fue que
cuando Franco nombró alcalde de Sevilla a don Jerónimo
Domínguez y Pérez de Vargas, Momo para los amigos, sus
contertulios del Aero Club dijeron:
-- Que Momo era tonto nada más que lo sabíamos aquí en el
Aero, pero Franco va a conseguir que ahora se entere Sevilla
entera...
Al alcalde actual le ha pasado exactamente igual. Que era
como era, lo sabían antes solamente en su partido y en todo
caso en la Diputación, donde, tapadito, estaba más guapo
porque pasaba inadvertido. Al cabo de un mandato, con la ciudad
patas arriba y más sucia y descuidada que nunca, ya se ha
enterado Sevilla entera.
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