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Ahora
que Málaga le ha hecho justicia a Alfonso
Canales nombrándolo hijo predilecto... Rectifico: Málaga
se ha honrado a sí misma haciéndose madre predilecta de
Canales, que no es lo mismo. Bueno, pues ahora que Canales ha
salido en los papeles por su
obra poética plena, no por la
anécdota literaria del Cipote de Archidona, recuerdo una de
sus más brillantes frases, referidas a la historia de
Andalucía: "No es moro todo lo que reluce". Tan no es
moro todo lo que reluce, que en Andalucía es romano hasta el
gato. Nuestros gatos andaluces son primos hermanos, rayados,
atigrados, de los que pueblan el Coliseo de Roma. Igual que hay
unos cantes de ida y vuelta, una arquitectura de ida y vuelta y
una cocina de ida y vuelta con respecto a América, Andalucía
tiene unos gatos de ida y vuelta con respecto a Roma. Las
ánforas del aceite de la Bética en el Monte Testaccio son
primas hermanas de los gatos romanos del Capitolio. Los gatos
que los romanos llevaban en sus barcos para que acabaran con las
ratas, en la navegación de Gades a ese puerto con nombre de
blasfemia, y más tan cerquita del Vaticano: Ostia.
Como los andaluces en el himno, nuestros gatos romanos
quieren volver a ser lo que fueron: raticidas infalibles,
armónicos, elegantes, independientes, hermosos. No hay mejor
campaña de desratización que un buen gato romano-andaluz y
así lo han entendido en la cárcel del Acebuche, en Almería.
En sus calabozos había más ratas que en los dibujos de los
tebeos con presos de traje a rayas y bola con cadena en el
tobillo. Se habían gastado fortunas en productos
desratizadores, pero las ratas de Almería, que saben más que
los ratones colorados (o incluso que quien hace un programa
televisivo sobre ellos), decían que nanai, que la morterada
mortífera se la iba a comer el director de la cárcel.
En vista de lo cual decidieron, como en una fábula sin
Samaniego que la escribiera, llevar cien gatos a la cárcel del
Acebuche y se acabó lo que se daba: no queda una rata. Los
gatos llevan siglos haciendo lo mismo y saben que hay veces,
como ésta, en que las raíces culturales de la Antigüedad son
la mejor II Modernización. La II Modernización ha empezado a
serlo cuando esos cien gatos, libres, independientes, geniales,
han entrado en la cárcel, que llevar a cien gatos a una cárcel
debe de ser tan difícil como conducirlos en manada por una
carretera. Un gato dentro de una cárcel es algo tan lírico
como el símbolo de la libertad dentro de los muros donde penan
los que la perdieron. Un gato en una celda es un canto a la
libertad. Los felinos han cumplido con su reglamento gatuno y
han hecho lo que debían: armar la revolución. En este tiempo
globalizado y dócil, sólo los gatos se atreven a lo
políticamente incorrecto, como entrar y salir de las celdas a
deshoras o meterse en la cocina y armar la zapatiesta gatuna de
ollas y tapaderas.
Estos gatos de Almería vienen pidiendo poetas, como si
fueran "Jock", el gato castaño de Churchill cuya
seguridad era la máxima preocupación de Sir Winston durante
los bombardeos alemanes sobre Londres en la II Guerra Mundial. Y
como los piden, para ellos van estos versos de García Lorca en
su "Canción novísima de los gatos": "Son
Felipes Segundos dogmáticos y altivos,/ odian por fiel al
perro, por servil al ratón,/ admiten las caricias con gesto
distinguido/ y nos miran con aire sereno y superior." En El
Acebuche no hay gato encerrado.
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El poeta
Alfonso Canales |
Sobre Alfonso Canales en
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- Biografía
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- Poemas
de Alfonso Canales
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- La
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