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                dicen lo de "Cádiz y los puertos" no pienso en Puerto
                de Santa María, Puerto Real, Rota y Sanlúcar. Pienso en los
                verdaderos puertos de la otra inmensa bahía del Golfo de
                México y las Antillas. Los verdaderos puertos de Cádiz son
                Puerto Rico, Veracruz, La Habana, Santiago de Cuba, Cartagena de
                Indias. Los que, negándolos, afirma el cante: "Ni Veracruz
                es Veracruz,/ ni Santo Domingo es santo,/ni Puerto Rico es tan
                rico/pá que lo veneren tanto." Los venero tanto porque
                esos puertos cada vez están más cerca de Andalucía, en el
                mestizaje de nuestras culturas. De esta Andalucía indiana y
                antillana o de aquella América andaluza y gaditana se empezó
                la gente a dar cuenta con los cantes de ida y vuelta que antes
                de la guerra civil popularizaron Angelillo o el Niño Marchena:
                colombianas, guajiras, milongas, vidalitas. Luego, un día de
                Carnaval, me di cuenta de que canto
                un tango y es una habanera, la misma manera y el mismo compás.
                Sancho Corbacho, estudiando el barroco andaluz, nos descubrió
                que hay una arquitectura de ida y vuelta. La iglesia gaditana
                del Carmen es una catedral de la Nueva España que se le olvidó
                embarcar a un galeón de Indias. Paseas por la Mérida yucateca
                y te crees estar en la Ribera portuense del río Guadalete, con
                la misma plata indiana de la Virgen de los Milagros y los mismos
                estípites. Cantes de ida y vuelta,
                arquitectura de ida y vuelta. Y cocina de ida y vuelta. Un día
                que cantaba en San Juan de Puerto Rico, sirvieron un asopao a
                Rocío Jurado. Cuando le trajeron el plato exclamó: -- ¡Pero si esto es un arroz
                caldoso de Chipiona...! El otro día, en el Rocío,
                descubrí que también hay bebidas de ida y vuelta. Servían la
                bebida de nuestras ferias y fiestas: el rebujito. Ya saben, eso
                que se cree uno que se está bebiendo una bodega de Sanlúcar
                cuando en realidad se está bebiendo una fábrica de gaseosas.
                Pero lo servían de un modo absolutamente cubano: con una matita
                de yerbabuena dentro. De modo que cuando vi el primero de
                aquellos vasos, como era casa rumbosa de exóticos convites,
                cual la de Enrique Fernández, pregunté a quien lo tenía en la
                mano: -- No me digas que Enrique te
                ha hecho un mojito... -- No, es que en Feria algunos,
                y aquí ahora en Rocío muchos más, la gente le pone un poquito
                de yerbabuena al rebujito. Y está riquísimo... Tan rico como el Puerto Rico y
                La Habana de la Andalucía de ida y vuelta. Como la mestiza
                América interior de ida y vuelta. La yerbabuena ha puesto al
                rebujito en su sitio: en su condición de mojito a la
                sanluqueña. Si Hemingway volviera, en vez de aquello de
                "Mi mojito en La Bodeguita y mi daiquirí en
                Floridita" diría: "Mi manzanilla en Sanlúcar y mi
                mojito a la sanluqueña en el Rocío o en la Feria". ¿Qué
                es un mojito? Pues ron, soda, azúcar, un chorreoncito de
                limón, mucho hielo y una ramita de yerbabuena. ¿Qué un
                rebujito? Pues manzanilla, una gaseosa que ya lleva azúcar y
                gustito a limón, mucho hielo y ahora, lo que le faltaba: una
                ramita de yerbabuena. La única diferencia entre el mojito y el
                rebujito está en que uno lleva ron y el otro manzanilla. Uno,
                flor de la caña antillana; otro, sol de la viña sanluqueña.
                Al cambio, los soportales antillanos de Bajo Guía, las
                mecedoras de mimbre de las bodegas, los paipais coloniales de
                los viejos vapores del Guadalquivir. Te sirven tu mojito sanluqueño
                con su yerbabuena, suena al fondo una rumba y si llega alguien
                con una guayabera y un jipijapa es que ya se te vuelve loca la
                brújula en esta Andalucía de ida y vuelta que tiene dentro
                mucha más América de la que nos creemos. 
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