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                Titulo 
                como aquella novela del ciclo narrativo final del recordado 
                Alfonso Grosso, «Giralda 2», porque un conocido me para por la 
                calle y me dice: 
                 
                -Se le ha ido a usted la mejor en lo de
                la Giralda friqui. 
                La historia que usted ha citado otras veces hubiera venido al 
                pelo del pelado de Melado. Me parece que viene en el Chaves 
                Nogales. Aquello que tras un triunfo enorme de Juan Belmonte, 
                sus partidarios fueron a Santa Ana y le pidieron al párroco que 
                les dejara el paso de una hermandad de gloria para llevar al 
                torero por el barrio. Y el párroco los arrojó del templo y les 
                dijo: «¡Blasfemos, apóstatas! ¡Cuidado que pedirme el paso de la 
                Virgen para Belmonte! Si por lo menos fuera para Joselito el 
                Gallo...» 
                 
                Pozí, que diría el otro friqui. Se me fue vivo el Chaves Nogales 
                y el añadido biográfico que le hizo al libro el padre de esa 
                ministra a la que comparan con La Pantoja de Puerto Rico, otra 
                friqui. A Su Eminencia Reverendísima le ha debido de ocurrir con 
                el Sevilla como al párroco trianero con Belmonte. Le ha faltado 
                decir: 
                 
                -¡Cuidado que pedir la Giralda para el centenario del Sevilla! 
                Hombre, si por lo menos fuera para el Betis... 
                 
                El palanganerío pensará que el cardenal ha roto en pepino. 
                Sería, en tal caso, otra ruptura más de los invariantes castizos 
                que hasta ahora diferenciaban al apolíneo Sevilla del dionisíaco 
                Betis. Quizá por el lavatorio de los pies de los pobres de La 
                Caridad el Jueves Santo, el Cabildo y la Mitra eran palangana 
                total. Demuestro el aserto con dos ilustres canónigos: el padre 
                Estudillo, que santa Gloria goce, y don Francisco Gil Delgado, a 
                quien deseo viva durante muchos años en el Sánchez Pizjuán la 
                gloria y el gozo de su orgullo sevillista. Pensarán que el 
                cardenal se ha pasado de bando. Es lógico: todos los nacidos 
                fuera de la ciudad, para afirmar su sevillanidad, se hacen del 
                Betis. Todos los montañeses eran béticos, como los emigrantes 
                andaluces en Cataluña se hacían del Barsa. 
                 
                No sé si el cardenal se ha ganado la animadversión sevillista o 
                el carné de socio de honor del Betis, o ambas cosas. Lo que sí 
                sé es que ya no vale aquello de lo apolíneo y lo dionisíaco para 
                estibar Sevilla y Betis a babor o a estribor en la nave de la 
                ciudad, que también la hay, no todo va a ser nave del Estado. No 
                sé si el Betis se ha hecho apolíneo, pero el Sevilla está 
                tirando a dionisíaco, y a los hechos comentados ayer de portada 
                de Feria y Giralda friqui colgada me remito, que es como le digo 
                a mi gato Remo: Remito, el famoso del libro. Gato romano de la 
                Bética por descontado, porque en casa es verderón hasta el gato. 
                 
                La globalización ha llegado a los tuétanos de la ciudad, y aquí 
                también han desaparecido las fronteras interiores entre el 
                carácter de lo sevillista y el carácter de lo bético. Por los 
                topicazos del club de los señores y el equipo del pueblo, podría 
                pensarse que todos los pijos están en el apolíneo Sevilla y 
                todos los canis en el dionisíaco Betis. No es exactamente así. 
                El palco del Betis está lleno de pijos pepinetis (que haberlos 
                haylos) y el campo del Sevilla, de canis con la cara pintada en 
                rojiblanco. Se acercan Tosantos y Difuntos. En las floristerías 
                de la rotonda del cementerio verán más coronas mortuorias en 
                forma de escudo del Sevilla, completamente canis, dionisíacas, 
                propias de béticos, que triangulares ramos con las trece barras 
                verdiblancas. En este mundo globalizado, la ciudad es un 
                territorio Shengen donde se están borrando las fronteras 
                estéticas y conceptuales entre Sevilla y Betis. Sin que por ello 
                dejemos unos y otros de llevarnos como siempre: a matar. 
                
                 
                 
  
                
                  
 Correo 
      
                
    
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    "Antonio 
    Burgos: Maestro", por Javier Criado  
    
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    sevillanos me otorgaron el estatus de cofradía refugiada por obras» 
                
                
                
                 
                
                 
                    
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