El Mundo, martes 20
de octubre de 1998
Aznar
y la capa de Pinochet
Protestas contra Pinochet en Londres
Tomo la
voz a Gerardo Diego, se lo pido prestado a Umbral, para invitarles a que vengan y vean las
azucenas en camisa. Aznar, de gerardesca azucena, apareció descamisado en la campaña
vasca. Como antes los del partido de los descamisados. Para ver a Aznar en mangas de
camisa tiene que estar haciendo el Tarzán por ahí, como dice el otro, Pero Aznar no
estaba en mangas de camisa como uniforme de campaña. No estaba dando el mitin. Aznar no
da el mitin. Los que dan el mitin, en el sentido taurino de la palabra, son Rodríguez
Ibarra, Arzallus. No se lo digan a nadie, pero Aznar estaba en verdad en el Cortinglés de
Bilbao. Aparecía en mangas de camisa porque acababa de salir de los probadores. Tienen en
oferta unos modelos de Constitución magníficos. Aznar acababa de probase el modelo de
Constitución 1978, y por eso estaba en mangas de camisa. "¿Cómo le queda?",
le preguntó el dependiente. "Muy bien, me siento muy cómodo", respondió.
"Así me gusta --dijo el dependiente--, menos mal que usted no es como un tío pesado
que viene por aquí, don Xabier, que no vea usted las broncas que nos pega porque dice que
le queda chica, que tenemos que pedirle otra al almacén..."
Aznar no dio el mitin en el
País Vasco con las elecciones. Donde pegó el mitin fue en Oporto, con Pinochet. El mitin
y el petardo. Preguntado por Pinochet, me hubiera gustado ver a un Aznar descamisado,
tonante, al que se le hubiera calentado la boca como a cualquiera que le recuerden las
manos rotas de Víctor Jara, el estadio de Santiago, la última canción desesperada de
Pablo Neruda, la foto de Allende con el casco en la Casa de la Moneda, vieja moneda que
ojalá nunca se vuelva a repetir. Es triste que a Aznar le preguntaran qué hay de lo de
Pinochet y se pusiera la chaqueta. La chaqueta de la peor derecha de toda la vida a la que
pareció divino, chica, que Pinochet hiciera lo que hizo. Es una lástima que la justicia,
la libertad, la defensa de los derechos humanos, aparezcan todavía como patrimonio
exclusivo de la izquierda. Cuando le preguntaron por Pinochet, Aznar no solamente podía
haber centrado al PP, como quiere. Podía haber centrado y tirado a puerta. Los goles
cantados de los derechos humanos los siguen dejando a la izquierda. Lo que ahora parece
como un gol de Garzón a Aznar podía haber sido el Pichichi de Aznar a favor de las
libertades. Aznar se puso en Oporto la chaqueta de la derecha. Es una pena que a veces
parezca que está hecha con retales de las capas de los dictadores.
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