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Carod-Rovira
ha llamado a Toledo con la angustia del astronauta a Houston:
"Bono, Bono, tú e Ibarra tenéis un problema; que me
siento incómodo en el Estado Español". En el Estado
Español se siente incómodo cualquiera, porque es sentirse o en
una cursilería o en la lamentable situación de avergonzarse
por llamar a España por su hermoso nombre. Hay una cierta
lógica en la incomodidad de Carod. Yo me sentiría incómodo de
ser el primer ministro de una reina madre que no se llamara ni
Victoria, ni Cristina (que es como se llaman todas las reinas
madres), sino Pasqual, una reina madre con un bigote así de
grande. Para que Carod se sienta cómodo hay que traerle un
sillón, pero no un sillón cualquiera, sino el que Macià
apenas pudo estrenar con el Estat Català, porque entonces la
conjunción republicano-socialista era algo muy distinto y,
entre otras cosas, no sentía vergüenza de llamar a España por
su hermoso nombre y no se inventaron la República del Estado,
sino la Española, que cuando besa la franja morada al jurar la
bandera es que besa de verdad, y que se lo hubieran preguntado,
por ejemplo, al padre de María Rosa Orad la bailarina.
Con lo cómodos que eran los
diecisiete sillones de la España de las autonomías, a Carod no
le gusta ninguno de ellos. Hombre, si Carod midiese dos metros y
Pujol hubiera sido de la NBA, podíamos haber pensado que el
jefe de la Ezquerra se sentía incómodo porque no le llegaban
los pies al suelo, como a nosotros con su sillón no nos llega
la camisa al cuerpo. Pero no es por la talla, sino por la
condición, por lo que Carod quiere el sillón de Macià, y
cuanto antes. Y en vez de darle con el catálogo de Ikea en toda
la cara, y decirle que esto es lo que hay, va Maragall y monta
una carpintería para hacérselo. Aquí todo el mundo está de
colega de San José, en la carpintería, haciendo el sillón de
presidente para alguien. Ibarreche está haciendo el sillón de
presidente de Euskadi según el plan de la ETA. Maragall está
haciendo el sillón de Macià que quiere Carod. Hasta Chaves se
ha metido en la carpintería, sin que nadie se lo pida, porque,
al contrario que Carod, los andaluces nos sentimos comodísimos
en España. Cuando el calvo de la Lotería le da el gordo de
Navidad directamente al que le diga dónde hay un andaluz que se
sienta incómodo con su Estatuto, va Chaves, coge serrucho y
martillo y se pone a hacer otro sillón, para no dejar solo a
Maragall en la carpintería. Lo de Chaves me recuerda a aquel
torerito retirado por el fracaso que le dijo a Juan Belmonte que
pensaba volver. A lo que Belmonte le preguntó:
--¿Y quién te ha pedido que
vuelvas, muchacho?
A Chaves,
¿quién le ha pedido que reforme el Estatuto? Pues Maragall,
que para no quedarse solo quiere que ponga cojo el sillón que
estaba perfectamente equilibrado. Chaves hasta ha pedido una
Agencia Tributaria como Groucho Marx pedía dos huevos
duros. Están convirtiendo a España en el camarote de los
Hermanos Marx. Veremos a ver cómo caben aquí ahora diecisiete
sillones como el de Macià.
Chaves
incluye la creación de una agencia tributaria propia en su
reforma del Estatuto andaluz (El Mundo)
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