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Jaime
Campmany, hermano mayor de la Cofradía de la Columna, recordaba
ayer la revista «La Codorniz». Y tomando mi papeleta de sitio
como capirotero en el cortejo que preside con su vara dorada,
vuelvo a evocar la revista que dirigía el olvidadísimo Alvaro de
Laiglesia y donde publicaba sus dibujos de catetos Antonio
Garmendia. Hay veces en que no sé si estoy leyendo el periódico
del día o «La Codorniz». Y donde pongo «La Codorniz», si quieren
echarle al pavo las guindas de la modernidad, el progreso, el
talante, el diálogo y el por aquí te quiero ver, pongan «El
Jueves». Pero no el jueves de los cachivaches y los hierros
viejos de la calle Feria, sino la revista donde triunfan los
andaluces Idígoras y Pachi. Los periódicos a veces son como un
inmenso relato de Paco Gandía. Tendrían que apostillar las
redacciones muchas noticias al gandiesco modo: «Que conste que
esto es verídico, que no estamos de cachondeo».
En los periódicos me encuentro un titular que merecería tal
postdata de la escuela de Gandía. Dice así: «El PSOE se felicita
a sí mismo por "estar a la altura" con los fuegos de este
verano». Pues por mí que no quede: choque usted esos cinco,
señor Chaves. ¿Será por felicitar? ¿Dónde le puedo mandar unas
flores de Marta Pastega? O mejor, un centro primavera de jarales
achicharrados. El PSOE ha estado a la altura de los fuegos y a
la altura de lo que le salga del níspero, que diría mi maestro
El Potra, para eso tiene mayoría absoluta. Y para eso tiene
estabulada en nómina a la intelectualidad orgánica y al servicio
de la repetición de sus consignas el aparato mediático más
desaforado que vieron los siglos. No me extrañaría que, para
perpetuar lo bien que han estado con las llamas, la niña de Paco
Narbona inventara el azulejo de fuegos. ¿No están las ciudades
ribereñas del Guadalquivir llenas de históricos azulejos de
riadas, los de «hasta aquí llegó el agua, dijo la Virgen de la
Palma»? Sí, como la reproducción que usa Alvaro Pastor Torres
para el remite de sus cartas: «Desbordado el Guadalquivir el día
8 de diciembre de 1876 llegaron sus aguas en este punto hasta la
línea siguiente: ----». A estos señores sólo les falta encargar
a Alberto Corazón un azulejo que ponga: «Las desaforadas llamas
de los montes incendiados llegaron en el verano de 2004 hasta la
línea que marca ZP en este discurso».
O quizá no les haga falta. Para eso está el PP, para que se
eleve hasta el Elíseo capitolino la altura de muros de una trama
de poder a la que ya le pueden echar carros, carretas y
Caballos, que no pasa nada. El PP ha tenido en los fuegos de
verano su posible chapapote y se le ha ido vivo. Para Costa de
la Muerte, Huelva. Nadie se ha puesto la pegatina del «Nunca
Mais», ni los progres de tarjeta Visa Oro han ido los fines de
semana a apagar chamusquinas, vestidos de Chanel, naturalmente,
como en la foto del «Vogue». Al PP nacional y al andaluz, a
Rajoy y a Arenas, se les han ido vivos los fuegos, jugando a las
cuatro esquinas: ¿me da usted candela?, por allí jumea. Y lo que
le jumea, como siempre, es el taco de los nueve millones de
votos que tuvieron, de los que parece que no se acuerdan.
Tengo la clave de todo. He comprendido que Rajoy no es de
Galicia. Es de Granada. Arenas no es de Olvera. Es de Granada.
La sede central del PP no está en la calle Génova. Está en la
Gran Vía de Granada. De otra forma no se explica que este
partido y estos dirigentes tengan tan mala follá. Atacan al
PSOE, sí, por lo del fuego. Pero como siempre. Con muy poquita
fuerza. Y con muy mala follá.
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