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APAÑANDO
aceitunas se hacen amores, canta la copla castellana. Días de
amores antiguos, como los del poeta Rafael Montesinos con las
aceituneras de Tarazonilla. Llega el verdeo nuevo. Verdeo:
lírica palabra para la recolección de la aceituna de mesa. La
que se comía cruda el comisario Fischler, confundiéndola con las
manzanas del Jardín de las Hespérides. Es para confundirse. La
aceituna verdea, rotunda su piel en la luna de setiembre, entre
Virgilio y Horacio. Da su fruto el olivo de Minerva en la Bética
romana que no conocemos ya por su nombre, sino como el Alándalus
de los moros que no se quisieron ir y de los moros que quieren
venir según anunció en un vídeo un tío zarrapastroso, con un
turbante, un naranjero y mierda del año que se le pida.
Dicen que será buen año para el verdeo. En el campo ya no hay
mal año. Las cosechas son de dos clases: o buenas o muy buenas.
Muy buenas son las campañas históricas. Y buenas, todas las
demás. Como en el trigo o el girasol, poco importa si las
lluvias vinieron tardías o las calores tempranas, si marzo mayeó
o si mayo marceó. En cobrando la subvención, ¿para qué el hombre
del casino provinciano ha de mirar al cielo? Con tal de que siga
recibiendo la subvención europea como vio a Carancha recibir un
día...
Me lo ha contado Benjamín. No es un aceitunero altivo de Jaén,
dueño de tres cortijos. Es un modesto hombre de El Saucejo. Su
familia vivía del campo. Con muchas fatigas, se hizo funcionario
del Estado. De eso vive, no del campo. Heredó unas faneguitas de
olivar. Las tierras que daban de comer a sus padres, a él sólo
le ayudan como una rentita sobre la corta paga. Vi a Benjamín
preocupado echando las cuentas de la aceituna. Como no pida un
permiso en el trabajo y vaya él mismo a apañarla, apañado va:
-Un hombre, don Antonio, por seis horas de apañar aceituna
manzanilla con el macaco cobra 50 euros, que son más de 8.300
pesetas. En seis horas puede coger todo lo más pongamos cien
kilos de manzanilla. ¿Usted sabe a cuánto me pagaron la
manzanilla en la última campaña, ya con la subvención y todo? A
97 pesetas. Vamos, que la que coge un hombre en un día a mí me
deja como mucho 1.400 pesetas. Y de ahí tengo que pagar
contribución, abono, insecticidas y todo el dinero que hay que
echarle al olivar, y eso que lo desvareto yo mismo. Así que como
no me vaya yo con mi Manuel a coger la aceituna, me parece que
el mejor negocio va a ser dejarla en el árbol, o venderla para
almazara, que parece que la de molino van a pagarla mejor que el
verdeo. ¡Y a mí me da una pena que esas aceitunas tan buenas las
metan para aceite! Mire, usted, don Antonio; es como si la uva
de mesa buena, buena de Almería la llevaran al lagar para hacer
Don Simón. Un contradiós. No, si vamos a tener que terminar
haciendo como uno de allí del pueblo, que sus ochenta fanegas de
olivar las ha dejado para pasto de las vacas, de forraje. Y eso
con la subvención, que medio nos salvamos. ¿Usted se imagina qué
va a pasar en el campo cuando quiten la subvención, que Europa
la quitará de un momento a otro?
Benjamín habrá visto la ancha sonrisa de Europa a las puertas de
la Moncloa. Sabe que esos dos, el alemán y el francés, que se
comerían cruda la aceituna manzanilla, la gordal y la hojiblanca,
acabarán quitando la subvención para dársela a la remolacha
húngara. Lo que no sabe es por qué sonríe tanto Zapatero. Yo sí:
sonríe porque, como tampoco sabe de esto, no piensa qué va a ser
del campo cuando Europa quite las subvenciones. Ojú.
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