|
Venía
oyendo mucho la palabra últimamente. Cada día más. En televisión
especialmente. Pero nunca la vi escrita hasta que se la leí en
su artículo diario al fraternal José Antonio Gómez Marín: friqui.
La había visto escrita freakie, freeky, friki. Había medio
entendido el concepto a través de los así calificados en su
hábitat televisivo. La que ahora es Ámbar y antes Tamara es
completamente friqui. Friqui con madre de artista con ladrillo
incorporado. Como friquis son los que Jesús Quintero lleva de
cherpas en su alpinismo de los 8.000 de la colina: Risitas, el
difunto Cuñao, El Pozí, el que canta por Antonio Molina con un
cubo de Leroy Merlin. He leído que friqui viene del inglés «freak»,
que significa raro: «Dícese de la persona obsesionada con un
tema o afición en concreto, normalmente extravagante, hasta el
punto de convertirlo en una forma de vida». Confirmé el concepto
con Gómez Marín. Me dijo:
-Friqui es el famoso insustancial, circunstancial y mediático,
sin base para la fama.
Más o menos, lo que quieren hacer los sevillistas con la Giralda
con motivo del centenario. Hacer extravagantemente famosa a la
que es Vencedora del Tiempo. Colgarla enterita de blanco y rojo.
Nobles colores. Que son, por otra parte, los de la verdadera
bandera histórica de Sevilla, no la carmesí del tararí que te
vi. Los campanilleros cantan que «en el Arco de la Macarena/ hay
una bandera/ blanca y colorá», no carmesí.
Que los sevillistas quieran poner sus banderas en la Giralda es
algo completamente bético. Ha habido un intercambio importante
de banderines de señas de identidad entre ambos clubes. Cuando
estaba en Segunda, el Sevilla asumió la heroica filosofía del
Manque Pierda, mientras el Betis iba (y va) de lo que nunca fue:
de rico por la vida. Que al Sevilla le dediquen la portada de
Feria es lo más bético que se despacha. Los sevillistas clásicos
dirán que eso es una betiquez, ¿no, José Acedo Molina? El
intento giraldesco me parece igual que la portada de Feria:
mucho Betis es... este Sevilla anidado en señas de identidad que
no le corresponden. Y para la Giralda me parece totalmente
impropio. Choque Su Eminencia Reverendísima esos cinco con
pastoral anillo. Sería inventar la Giralda friqui. La Giralda
insustancial, circunstancial, extravagante, como buscando fama,
ella que no la necesita. La torre mayor de Sevilla no es un
tablón de anuncios, por muchas luminarias, ministriles y
balcones colgados que hubiera cuando llegaba en el XVII la Flota
de Indias o en el XX se casaba una infanta. Empezamos colgando
la Giralda por el centenario del Sevilla y, como somos como
somos, podemos terminar con luminarias y ministriles con motivo
de las bodas de oro del Cortinglés del Duque.
Si los sevillistas quieren colgar la Giralda y los béticos no
quieren ser menos dentro de dos años, ambos clubes, como Sevilla
toda que son, ya que aquí nos gusta tanto un Fagamos Una Obra
Tal, tienen una posible conmemoración preciosa: que el
Giraldillo de verdad vuelva allí de donde nunca debió bajar.
Sevilla tiene ahora allí arriba un símbolo de pega. De ojaneta
de la Barqueta y de la calle Goyeneta, terrible, en la Muy Falsa
e Hipócrita Ciudad. Y mientras ponen el Giraldillo de verdad o
no, si es por banderas, podemos empezar por volver a izar en la
torre mayor la bandera concepcionista el día de la Purísima,
como cantó Carlos Cano en nuestra Copla de Seises: «Con el sol
de diciembre,/alta en la torre, una bandera./ Se levanta en el
cielo/ la voz de un seise/ como una estrella/de pluma y
terciopelo,/blanca y celeste,/y al aire queda». (Ea, pues ahí
queó. ¡Pum!, golpe de llamador y se arrían los cuatro zancos por
parejo).
Correo
"El Recuadro" recupera su sitio de honor
"Antonio
Burgos: Maestro", por Javier Criado
Entrevista: «Los
sevillanos me otorgaron el estatus de cofradía refugiada por obras»
Biografía de Antonio Burgos
Libros
de Antonio Burgos en la libreria Online de El Corte Inglés
|