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Era
como la hora ilusionada de febrero en que los coros presentan su
repertorio nuevo en un ensayo general. Creí oler a erizos y a
Carnaval junto al Puente Carranza. En la Cuna de la Libertad
nacía el diario nuevo de Vocento. Asistir al alumbramiento de un
periódico donde nació la libertad de imprenta es como ir a
bautizar a un niño en la mismísima orilla de las aguas del
Jordán.
La Voz de Cádiz. Así se llama el diario. Esa voz no está sólo en
una cabecera. Esa voz existe. Estoy harto de escucharla. Hace
tres mil años. Bastará que La Voz ponga cada día un libre
micrófono de papel para que escuchemos lo que Cádiz dice. ¿Han
visto el queso de La Vaca Que Ríe, no? Pues un mojón para la
vaca. Lo de Cádiz es mejor. Aparte de reír, Cádiz es La Ciudad
Que Habla. Te habla cada febrero con las coplas de Carnaval. Te
pones en la Plaza de la Libertad (anda que tiene feo el nombre),
y escuchas cómo Cádiz, por voz de sus comparsistas, te va
contando lo que pasa en el mundo. En el XIX, escuchar la voz de
Cádiz era como ahora poner la radio de los tertulianos:
-¿Qué pasa en Cai?
Pues en Cádiz pasa que nunca podrán cerrar la más importante
factoría de la ciudad: la fábrica de creación de voces nuevas
para la lengua española, en producción las veinticuatro horas
del día. La política del XIX la hizo un liberal y la poesía, un
cursi, dos voces que nacieron en la ciudad que para proclamar la
Constitución de 1812 dijo el día de San José: ¡Viva la Pepa! Y
la Pepa, o su tataranieta, gracias a Dios, sigue viviendo,
aunque algunos quieran tirarla por los bloques y ponerla mar
adentro. Cádiz acuña voces continuamente. El pelotazo de la
España de la Corrupción no fue tal hasta que lo bautizaron con
la voz que designa en Cádiz al sorprendente triunfo arrasador de
una chirigota. Cuando vieron que había quien se llevaba la tela
marinera del maletín como el que se lleva el primer premio en la
final del Falla, dijeron:
-¡Qué pelotazo, quillo!
Y nació la España del Pelotazo. Hasta que Cádiz no aplique la
voz contraria al pelotazo, el cajonazo, no aforaremos en España
el fracaso electoral del PP. ¡Quillo, qué cajonazo le dieron a
Aznar con la comparsa que representaba el tipo de la guerra de
Irak!
Rumor de la mar en las quince piedras de la Caleta, he oído
tantas veces lo que Cádiz cuenta con su gracia, que distingo
cada una de las voces de ese coro. De la voz coral de Cádiz
salió la de Castelar, que aún está allí dando un discurso de
bronce que es lo mejorcito de Candelaria. En las voces de Cádiz
escucho el sermón laico de Salvoechea, la Legionaria de
Quiñones, el Colócanos a Tós de Cano, el España con Honra que se
oyó gritar junto a los muros de esta ciudad de la que decía
Pemán que cuando se perdió Cuba era como si se le hubiera muerto
alguien de la familia. Ay, olvidado don José María Pemán: usted
sí que era como un coro unipersonal, un periódico de una sola
página, su Tercera de ABC trayéndonos la voz de Cádiz. Tras el
antifaz del Séneca, la voz de los fenicios, la Roma del Pópulo y
la gracia de Paco Alba y de Pericón. Aunque esté oficialmente
olvidado, usted, don José, voz de Cádiz, se tomó la venganza. El
liberado sindical del Astillero que no reconoce más voz de Cádiz
que la de Alberti no sabe que cuando quiere que su Vanessa gane
el concurso de baile por tanguillos, la viste de personaje
teatral de Pemán. La viste de Piconera. Si no estuviera usted en
las malvas de la cripta de la Catedral le diría, don José, que
es pá matarse esa póstuma broma gaditana suya del traje de
piconera, que hoy me permito engarzar para rematar el
constitucional popurrí de la libertad que hace doscientos años
cantan las voces de Cádiz.
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