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Goya
no ilustró el Reglamento de Fútbol. Picasso no pintó cartel
alguno del Mundial. García Lorca no dedicó la más impresionante
elegía en lengua castellana a un centrocampista fallecido tras
pegarse un pellejazo importante en toda la cabeza con la
portería. Si queremos acopiar obras de las Bellas Artes
relacionadas con el fútbol, nos quedamos apenas en la
literatura: el poema de Rafael Alberti al mítico portero Platko;
los relatos de Fernández Florez en "De portería a portería".
Todo lo más llegamos a las crónicas de Antonio Valencia, que fue
como un Cañabate de la pelota, o a la oratoria
lírico-enciclopédica de Matías Prats. Por mucho que busco y
rebusco, de Google a Yahoo, no encuentro una estatuaria del
fútbol, cuando en los toros hay hasta un pase de muleta que se
llama así, estatuario. El fútbol no tiene su Mariano Benlliure.
Será que a sus grandes hombres, en vez de mausoleos
escultóricos, les dedican un estadio con sus nombres, ya
Bernabeu, ya Sánchez Pizjuàn, ya Don Manué. El fútbol tampoco
tiene pintura. No existe un Zuloaga, un Solana, un Ruano Llopis
del fútbol. Ni Turina compuso "La oración del futbolista". Todo
el mundo sabe de memoria tararear al menos dos pasodobles
toreros, y en punto a música futbolística, a lo más que se llega
es al "Hala, Madrid". Y contra toda
lógica artística, los toros no dependen administrativamente del
Ministerio de Cultura. Desde el reglamentismo ordenancista de
Carlos III, en el Estado ilustrado que reguló la Lotería y la
Fiesta Nacional, los toros son materia del Ministerio del
Interior. En los toros no hay seguidores de El Fandi que
apuñalen mortalmente a un partidario de Salvador Vega, pero de
ellos se ocupa el mismo Ministerio que de la seguridad
ciudadana. Aunque en las corridas nunca hay el menor incidente,
las preside un comisario de Policía. Que yo sepa, los partidos
de fútbol, los que provocan los grandes desórdenes públicos, no
los arbitra un policía, auxiliado por dos guardias civiles en
las bandas.
El fútbol, como el deporte todo, está
ádministrativamente incardinado donde los estudiantes y los
artistas. Antes, en el Ministerio de Cultura y Deporte; ahora,
en Educación y Ciencia. Paradójicamente, Educación se ocupa de
esos ineducados Ultra Sur que destrozan lo que pillan. Para
salvar esta contradicción y terminar con el intervencionismo
gubernativo en la Fiesta, con la mejor de sus intenciones, este
PP del congreso se divierte quiere pedir al Gobierno en tiempo y
forma que los toros pasen a depender del Ministerio de Cultura.
En cuanto a la forma no tengo nada que decir. Es lo lógico. Las
medallas de las Bellas Artes se las dan a los toreros, no a los
futbolistas.
Tengo empero un reparo importante en cuanto al
tiempo de la petición. Vale, que los toros pasen a Cultura. Pero
vamos a dejarlo para después. ¿Ha pensado el PP en serio de
quién van a depender los toros si pasan a Cultura ahora? ¡De
Carmen Calvo! Los banderilleros, que ahora tocan la madera del
burladero antes de hacer el paseíllo, se tendrán que llevar en
el esportón de los capotes pinares enteros de Balsain para
conjurar el hule que Carmen Calvo puede formar en la Fiesta. No
quiero ni pensar en unos toros que dependan del revolotío diario
que Carmen Calvo da como los cigarrones, sin saber dónde va a
caer. Así que, por favor, señores del PP, por lo que más
quieran: no pidan por nada del mundo que los toros pasen a
Cultura. Mientras Carmen Calvo sea ministra de Cultura, los
toros están muy bien donde están. Porque, si pasasen a Cultura
con Carmen Calvo, los toreros iban a tener que calzar
obligatoriamente zapatillas de diseño de Manolo Blahnik. Y los
toros, también de diseño. Como su mismo nombre indica,
victorinos de Vittorio y Luchino y juampedros de Juan Pedro
Hernández, el maquillador de las famosas.
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