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A
todos los que conduciendo el coche
no somos precisamente Carlos Sainz, la Dirección General de
Tráfico acaba de estampillarnos de Daniel Pedrosa. Ya saben cómo
y por qué. Para evitar la congestión circulatoria en las
ciudades e inyectar un poco de sintrón y heparina a los trombos
de los atascos, Tráfico nos ha regalado a todos los que tenemos
carné de conducir automóviles el permiso para llevar motos de
hasta 125 c.c., sin examen y sin cobrarnos un duro de tasas.
Creen que así dejaremos el coche. Cualquiera sabe dónde, con lo
difícil que es encontrar estacionamiento y lo que cobran las
zonas azules. Y espera que cojamos todos la moto para ir al
trabajo, como de vez en cuando la toma el Rey. Su Majestad coge
la moto fundamentalmente por una cuestión pétrea: para dejar de
piedra a los empleados de las gasolineras donde va a repostar
como motorista anónimo. Llega al surtidor un motorista, se
acerca el empleado de la manguera, el piloto de aquel pedazo de
máquina se quita el casco y siempre la misma exclamación:
- ¡Coño, el Rey!
Cada vez que acudo a echar gasolina a esas automatizadas
estaciones de servicio donde han suprimido el personal sin que
los sindicatos protesten y nos han convertido a todos en sus
forzados empleados para que nos sirvamos nosotros mismos y nos
pongamos las manos hechas un asco con el olor a octanos, y
encima derramemos el combustible por el suelo, y manchemos el
coche recién lavado, pienso que todo es por el Rey. Cuando el
Rey llegue con su moto a repostar en una gasolinera de
autoservicio, no habrá ningún empleado que exclame:
- ¡Coño, el Rey!
Que al Rey, que sabe tela de motos, lo estampillen de Pedrosa o
de Fonsi Nieto por su solo carné de conducir coches me parece de
todo punto lógico. Pero que me lo hayan dado a mí es un peligro
público y nacional, del que advierto en tiempo y forma. Me han
dado carné para algo de lo que no tengo la menor idea: montar en
moto. Es como si me hubieran dado el carné de pilotar... ¿cómo
se llaman esos aviones rusos que dice Bono que son los más
seguros? Monto apenas en bicicleta, y muy malamente. La última
vez que lo hice, me di un pellejazo considerable con la bici de
mi hijo, por un puñetero perro que se me cruzó en el camino del
parque. Y si apenas sé montar en bicicleta, ¿cómo me voy a
atrever a coger una moto, por mucho carné que me haya dado tan
generosamente y por la cara el ilustrísimo señor director
general de Tráfico? Más que descongestionar la circulación, la
colapsaré hasta la alarma cuando, sin poder gobernar aquello, me
suba por las aceras y me lleve por delante decenas de
criaturitas; cuando choque con todo taxi que se me cruce en el
camino; cuando derribe semáforos y farolas, así como atropelle
al subsahariano de guardia que venda el periódico solidario en
la que se me ponga en el camino.
A otros, señor director general de Tráfico, los puede
estampillar usía ilustrísima de lo que tenga por conveniente.
Hasta de Ángel Nieto si quiere. Pero por el bien de la seguridad
vial, por lo que más quiera, retíreme cuanto antes la licencia
anexa de conducir motocicletas, no vaya a ser que me envalentone
un día y vayamos a tenerla. Tengo carné de conducir desde 1961 y
mis antecedentes de infracciones circulatorias verá que están
completamente en blanco si mira los archivos de la Dirección
General. No me anime, por tanto, a sembrar el terror en los
caminos de España. Por mi parte no tengo el menor inconveniente
en hacer oficialmente dejación de mis derechos y en delegar mi
facultad administrativa de conducir motocicletas en Daniel
Pedrosa. Todo sea por el bien de España y la integridad física
de los españoles.
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