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COMO
este año la Semana Santa cae bajísima, un día de San José con
los pasos de las que no van a la Catedral, se está adelantando
bastante el Miércoles de Ceniza. Cenizas para arriba en El Rocío
y cenizas para abajo en San Lorenzo. Las cenizas que Paco Bella
no quiere que se tiren en El Rocío son las que José León-Castro
quiere acoger a los pies del Señor. No hay que decir qué Señor.
El Señor y punto. O punto com, con las candidaturas de las
elecciones de la hermandad en la barra de la Casa Ovidio de
Internet, donde los capillitas se dan por lo virtual las muy
tradicionales puñaladas por la espalda, propias de esos
ambientes donde hay tanta ojaneta con tambores y cornetas o sin
música detrás del palio: ojaneta del incienso de la naveta.
Decía Vicente Aleixandre que al andaluz la cultura le entra por
la planta de los pies. Por la tierra que pisamos. Pisamos tierra
de muertos. En la Feria del Prado, según nos hizo ver Morales
Padrón, los sevillanos cantaban y bailaban sobre el cementerio
de San Sebastián, sobre el carnero de las grandes pestes y
epidemias, las de los carros llenos de muertos saliendo del
hospital de las Cinco Llagas. Pisando esa tierra ha aflorado la
afición por la incineración. No hay nada más viejo que la moda
de la incineración. Desde ese columbario que la viuda saca del
crematorio, veinte siglos de romanidad nos contemplan. Carmona
es una ciudad que está de moda. Se lleva restaurarse una casa en
Carmona e irse a vivir allí. Carmona también está de moda en la
mortuoaria Pasarela Servisa. Basta ir a la necrópolis romana de
Carmona. Es lo mismito que quieren hacer junto al Señor: un
inmenso columbario con las cenizas de los seres queridos. Con
las que recuperamos el polvo de nuestra propia cultura de la
Bética. (Los romanos eran verderones y le pusieron a esto
Bética, no Sevillista. Entonces no había ni portada ni Feria).
Y más vuelta a las raíces. En San Lorenzo, con las cenizas,
volverán los cementerios parroquiales. Hasta que el Ayuntamiento
hizo en el XIX el cementerio de San Fernando, muchas parroquias
tenían su propio camposanto junto al templo. Por el centralismo
napoleónico, a la francesa, propio de la mentalidad del tiempo,
en la enfermedad y en la muerte se unificaron los hospitales de
beneficencia en el Hospital Central de las Cinco Llagas, y se
unificaron los cementerios parroquiales en el de San Fernando.
Ahora, los muertos vuelven a las iglesias, más cerca de los
seres queridos y de la imagen de Dios en la que creyeron y a la
que acompañaron de nazarenos. La hermandad que tiene en su
escudo algo tan crematorio como la parrilla de San Lorenzo lo
hará bien, muy dignamente. Como se hacen las cosas en aquella
casa. En casa del Señor de Sevilla se hacen las cosas como en
las casas de los señores de Sevilla.
Lo malo es que por la emulación y la competitividad de la
vanidad, la soberbia y el orgullo, que son los grandes motores,
casi más que la fe, de las cofradías, todas las otras
hermandades querrán imitarlo. La hermandad del Señor lo hará
todo dentro de canon, con el equilibrio y la mesura de su
estilo. Por ahí no hay problema. El problema empezará cuando
haya armaos que no quieran ser menos, y pidan que sus cenizas
descansen para siempre a los pies del Sentencia. El problema
empezará cuando las cenizas de terciopelo verde quieran estar a
los pies de la verdadera Madre de Dios. Y nada digo cuando la
moda llegue, que llegará, a esas hermandades de barrio. Ninguna
de ellas querrá ser menos que nadie, y ya verán qué columbarios
tenemos más horrorosos, costeadísimos, eso sí, venga Macael,
porcelanosos totales. Tan espantosos como muchos de los enseres
procesionales que estrenan esas cofradías.
Sí que están reñidas las elecciones en la hermandad del Señor.
Van a ser como aquel referéndum en que el votaron hasta los
muertos.
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