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A
diferencia de la Cataluña pancartera angloparlante, Castilleja
de la Cuesta sí que es Spain. Y ha ocurrido en Castilleja lo que
suele en Andalucía con nuestros excedentes en señas de
identidad. Como hay quien tiene excedentes de trigo o de leche,
Andalucía tiene excedentes de señas de identidad. Esto de la
identidad excedente de Andalucía es una teoría de Castilla del
Pino. Como a Andalucía le chorrea su propia esencia, de lo
sobrada que está de ella, le presta a España señas de identidad:
toros, flamenco, etc. A Castilleja le pasa algo así. Como le
sobra identidad colorada de la Plaza y le chorrea identidad
celeste de los chorreones de la Calle Real, presta señas
excedentes. Castilleja le ha prestado a Ibarreche y a los
separatistas...
-Ole...
-¿Ole por qué?
-Por llamar por su nombre a los separatistas y dejarse de
chuminás de secesionistas y de soberanistas...
-Hombre, es que por soberanista no entiendo más que al moyatoso
que coge unas papas muy simpáticas de Soberano, y no estos
siesos maníos...
A Ibarreche, vaya plan, Castilleja de la Cuesta le ha prestado a
la fuerza su máxima seña de identidad: las tortas. Lo ha dicho
Ibarreche con su cara de Star Trek. Ibarreche tiene toda la cara
del malo de las cejas de las películas de Star Trek. Le pones un
mono así como de papel albal y es un Star Trek de Canal Digital.
Lo que ha dicho Ibarreche sobre las tortas ha sido apropiación
indebida de las dignísimas señas de identidad de Castilleja de
la Cuesta. Las tortas son una industria muy seria como para que
Ibarreche ande jugando con ellas y haciendo que España las odie.
¿Dice algo Castilleja del changurro, la chistorra o el chacolí
cuando tiene un problema y quiere arreglarlo? ¿Le ha hecho algo
Castilleja al bacalao al pil pil? ¿Se dedican acaso en la Calle
Real a arrastrar piedras aprovechando los bueyes de las carretas
de Triana o algo? Si hasta Urtain, el morrosco de Cestona, puso
en Castilleja un restaurante y todo el mundo encantado con él...
¿A qué viene entonces desprestigiar las legitimas y acreditadas
tortas de Castilleja, haciendo esa palabra tan odiosa por todo
lo que recuerdan las tortas procedentes de Vascongadas en una
tierra donde los etarras que ayudan a Ibarreche a romper la
baraja constitucional asesinaron a Cariñanos, a Alberto y a
Ascen?
Dejen, pues, las tortas tranquilitas, que están muy bien donde
están: en Castilleja o en un polígono industrial de la
floreciente Huévar de Mercadona, vulgo del Aljarafe. Hagan, en
todo caso, el debido homenaje a doña Inés Rosales, una señora de
Castilleja que existió, que nació en 1892 y murió en 1934, que
ella solita levantó toda una industria con las legítimas y
acreditadas tortas de su nombre, empezando con un canasto, con
el que bajaba por la Cuesta del Caracol para venderlas en La
Pañoleta y en la estación de Córdoba. Junto con La Colchona de
Estepa y las recoveras del Viso del Alcor, Inés Rosales forma
parte de esa galería de emprendedoras mujeres sevillanas que se
adelantaron a los tiempos como empresarias. Las tortas de Inés
Rosales conquistaron el mundo, quizá gracias a la propaganda que
les hizo en el cine otra mujer famosa de Castilleja: Margarita
Cansino, Rita Hayworth en el siglo de Hollywood. Como Inés
Rosales, Rita Hayworth se hizo famosa por una torta. Si Inés
Rosales por la torta de aceite, Rita Cansino Hayworth por la
torta que le arreó Glenn Ford en «Gilda». La de «Gilda» era en
realidad una torta de Castilleja, una torta Cansino. Y no como
las de Ibarreche, que dice el aljarafeño Antonio García Barbeito
que no son ni de Inés Rosales ni de Cansino, que son tortas
nueve milímetros Parabellum.
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