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El Recuadro   

 Antonio Burgos

ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Viendo venir el Tsunami Ibarreche

No sabía yo que en Cádiz, hace exactamente 250 años, el día de Todos los Santos de 1755, cuando el terremoto de Lisboa, hubo un tsunami. Los gaditanos creíamos que aquello fue un maremoto. Tengo mi teoría sobre El Maremoto por excelencia. Las olas de La Caleta, que es plata quieta, picadas en su curiosidad por la Habanera, quisieron darse una vueltecita por Cádiz para comprobar si era verdad tanta belleza. La mar no se salió de madre; salió a darse una vueltecita por la muralla real. Tiró para Cádiz y entró por la calle de la Palma, para ver la fiesta de Tosantos en la Plaza de la Libertad, anda que tiene feo el nombre. Pero los viñeros sacaron el estandarte de la Virgen de la Palma y las aguas se pararon. Por obra de la Virgen de la Palma y de la gracia de Cádiz, encarnada en el cura al que recuerda el rimado popular: «Hasta aquí llegó el agua, dijo el cura de La Palma».

Nequaquam. Lo que dijo el cura de La Palma fue: «Sanani, hasta aquí llegó el tsunami». Los maremotos han dejado de existir. Como española, la cohesión de la lengua también está en peligro. Tsunami para arriba y tsunami para abajo para el maremoto de un sitio que en español era Ceilán y ahora, Sri Lanka. De tsunami de Sri Lanka, nada: maremoto de Ceilán. En el DRAE, maremoto es exactamente lo que ha ocurrido en aquellos países, el tragedión que hemos visto llegar en los vídeos de los turistas: «Agitación violenta de las aguas del mar a consecuencia de una sacudida del fondo, que a veces se propaga hasta las costas dando lugar a inundaciones». Olvidada palabra: maremoto. Con la mosca detrás de la oreja, me he preguntado: ¿será tsunami una palabra vascuence, y por eso hocicamos ante ella, como ante Ondarribia por Fuenterrabía? No, es japonesa. Dicen que fue adoptada por los sismólogos en 1963, y que viene de las voces japonesas «tsu», que significa puerto o bahía, y «nami», ola.

-Pues si es por japonés, usted, maremoto no puede sonar más a nipón. Pruebe a decir «sayonara, maremoto»... ¡Sol Naciente total!

No sé a qué hablar tanto del maremoto de Oriente, cuando aquí tenemos en el Norte un tsunami importante. Tsunami, así, sonando a vascuence, no maremoto. Nos amenaza el Tsunami Ibarreche. Para que se forme este Tsunami Ibarreche han colaborado las fuerzas infernales de unos asesinos que ya se han cargado en España a mil criaturitas. La ola del tsunami está en el horizonte. Ojú, la que viene por ahí... Más que el maremoto de Cádiz de 1755. Como el de esos países tan desgraciados que hubieron de sufrir el maremoto, y ahora, por si no tuvieran bastante, encima, la visita de Moratinos y de Leire Pajín. Las desgracias nunca vienen solas. Cuando se acercaba aquella ola asiática, los turistas se quedaban quietos como pasmarotes viéndola llegar con toda tranquilidad, sin darle importancia. Y, ¡pum!, la ola se los llevó por delante. Como nadie aprende en cabeza ajena, aquí estamos viendo llegar la destructora ola separatista del Tsunami Ibarreche, y Zapatero y los que parecen estar de turistas en el poder, como pasmarotes, están contemplándola tan tranquilos, sin saber que cuando llegue nos llevará a todos por delante. Están irresponsablemente confiados y tranquilos como los turistas ahora difuntos que contemplaban la llegada del maremoto de Indonesia. O quizás están en plan cura gaditano de La Palma y quieren sacar el estandarte de la Constitución a la puerta del Congreso de los Diputados para que se paren las aguas. «Hasta aquí llegó el agua» lo pudo decir el cura de La Palma. Con las aguas del Tsunami Ibarreche, cuando lleguen a la Carrera de San Jerónimo lo único que podrá decir ZP, el confiado turista pasmarote, es: «Glup, glup». Lo malo es que el hotel de lujo que ese tsunami se va a llevar por delante se llama España y en él estamos todos alojados.




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