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AUNQUE
estemos en vísperas de Carnaval no me tomo a broma asunto tan
serio si digo que al terrorismo y a sus víctimas les ha pasado
como al colesterol. Colesterol, antes, como la madre en la copla
de Pepe Pinto, no había más que uno, y a ti, lípido, y a ti,
triglicérido, te encontré en la calle. Ya hay dos colesteroles:
el colesterol bueno y el colesterol malo. Hay un colesterol
bueno que se come los gusarapis de la sangre, y un colesterol
malo, malísimo, con ideas perversas, que te mete sanmolomtropos
verdes en el cuerpo.
En materia de víctimas del terrorismo, las antiguas han pasado
al papel de colesterol malo y las recién asociadas, al de
colesterol bueno. A la Asociación de Víctimas del Terrorismo se
la considera como el colesterol malo. Son las víctimas fachas.
Es como si hubieran vuelto a enterrar a aquellos militares,
policías y guardias civiles que morían asesinados en las
Vascongadas cuando los políticos aún no eran objetivo de la ETA
y que volvían a sus pueblos de Galicia, de Extremadura, de
Andalucía en una caja de pino, ante el silencio de una sociedad
que miraba para otro lado. Es como si hubieran vuelto a asesinar
a Gregorio Ordóñez, a Alberto Jiménez Becerril. Ahora les
quieren dar el tiro en la nuca de la memoria. Y a quienes aún
sufren el dolor de aquellos asesinatos, los que mantienen la
dignidad de su memoria, los descalifican. A la AVT le han hecho
la ITV de la demagogia dominante y la presentan como una
colección de fachas.
Y frente a este colesterol malo, nos presentan el colesterol
bueno: la asociación de víctimas del 11-M, con su luto de diseño
sindical. Son los democráticos, los progresistas. Han nombrado
presidenta a Pilar Manjón. Mejor podían haberle dado un Goya de
interpretación, por su actuación estelar ante la comisión
investigadora del 11-M, cuando sufrimos todos el dolor de la
presunta Madre Coraje antes que la conociéramos de verdad y
empezara a darnos tanto coraje esa madre.
Esta clasificación de las víctimas en buenos y malos de la
película de la sangre, permite, a su vez, la calificación moral
de los terrorismos.
-¿Pero tienen moral quienes tal hacen?
Indicios, dirían el análisis, si se lo hiciéramos. Desde el
impresionante aparato de propaganda (y demagogia) del poder e
islas mediáticas adyacentes, han conseguido trasmitir dos ideas:
1.- Hay un terrorismo malo, que es el islamista.
2.- Hay un terrorismo bueno, que es el de la ETA.
El terrorismo malo tuvo de bueno que gracias a la indignante
manipulación de sus atentados y sus víctimas les permitió
cínicamente tomar en Atocha el metro que les llevó a Moncloa.
Conviene insistir que es el malo para que la ETA pueda ser
encasillada en el conveniente papel de terrorismo bueno. Unas
víctimas son más víctimas que otras, a la vista está. No es lo
mismo morir a manos del terrorismo malo en un tren de Atocha que
de un tiro en la nuca del terrorismo bueno en Rentería.
La obra la han escenificado de bien que ni el proceso de
beatificación de Javier Bardem y de la eutanasia en los premios
Goya. La bomba de la ETA en el hotel de Denia ocupaba el otro
día el mismo espacio informativo que el asesinato de un guardia
civil en Vascongadas a la altura de 1980 y de la alternativa
KAS. Hablando de bomba, han desactivado el unánime cerco social,
legal, judicial, político, constitucional a la ETA, logrado con
tanta sangre. Iba yo a decir algo sobre un tío que usurpando el
nombre de todo un pueblo habló ayer tarde en Madrid con sus pies
chapoteando en sangre derramada por los terroristas «buenos»,
pero vamos a dejarlo porque creo que el Congreso estaba ya de
Carnaval.
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