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musa, aparte de la mayonesa de bote de toda la vida, es la mujer
que inspira a los poetas, yo no sólo tengo musas, lectoras
inteligentísimas que me dan hechos mucho artículos, sino también
musos, señores que me soplan asuntos.--
Claro, no va a ser usted menos que Chaves. El dice andaluces y
andaluzas, y usted, musas y musos...
Entre mis musos hay dos fijos de plantilla,
corresponsales asiduos y generosos. Uno es del Arenal y me
escribe con papel y sello. El otro es de La Calzada y me manda
emilios (sin mariscos, digitales). El del Arenal es un sevillano
clásico, lleno de gracia, elegantísimo, para el que su calle
Varflora hace esquina con Arfe...y con el Reino Unido. Es don
Antonio Lopera y López de Priego, el que fue director del
Alfonso XIII, de donde, como un misionero del buen gusto
hotelero, salió para fundar: el Villamagna en Madrid y el Puente
Romano en Marbella. Lopera, tan clásico en su guasa sevillana,
tiene unas tarjetas que ponen: "Antonio Lopera. Nada que ver con
el del Betis". Si estará harto... El otro muso, el de La
Calzada, el corresponsal digital, es don Julio Domínguez Arjona,
un apasionado hispalense que me tiene al tanto de fías de
cofradías y me trae cada día, con su inmenso amor a Sevilla,
gratis et amore, la ciudad que no vemos por cercana y secreta.
Hoy hace el gasto don Antonio Lopera. Suele
enviarme sobres gordísimos de recortes de periódicos, como si me
los mandara Regaera tras leer la prensa, de gracia que tienen
las notas que les pone. Me manda por ejemplo esas esquelas
dobles de las familias con lío, donde la mujer legitima pone una
mortuoria y la querindonga paga otra. En la mortuoria de un
señor que se apellidaba Guerra de la Paz, me pone con gracia
sevillana antigua: "Muy completito el muchacho..." Me envía
erratas que no mejoraría Evaristo Acevedo en su "Enciclopedia
del despiste nacional". Y ahora, tras leer mi artículo sobre las
palabras que estamos perdiendo (trompezar, esbolillarse,
arrempujar, engurruñao) me envía un chaparrón de voces
sevillanas olvidadas. Por ejemplo, de dulces que ya no hacen los
obradores de las confiterías: corruco, chaleco, sultana,
cristina. De barros que ya no cuecen los hornos de Triana: la
talla de agua.
-- ¿Cómo van a cocer tallas si en Triana ya no
quedan hornos alfareros? Y además, que si usted ahora dice
talla, le preguntan que cuál, si talla S, talla L o talla XL...
Antonio Lopera me evoca aquella Sevilla donde
se pregonaban higos chumbos "a un real la jartá". Y muchas
palabras: guano, acerolas, perneo, gandinga, recova, carquiñones,
arvellanas, arvejones, arvellanas americanas. Voces que antes
estaban gordas y retotollúas, y ahora, chuchurrías....
-- Eso sí que es clásico, lo de gordo y
retotollúo y lo de chuchurrío... ¿Se lo ha recordado a usted
también Lopera?
No, es de mi cosecha, inspirado por mi muso
Lopera. Estas palabras gordas y rototollúas, antes espelotás,
llenas de vida, están desapareciendo, chuchurrías, como las
tiendas que perdimos: jartas de coles. Echo en falta en Sevilla
lo que tienen Cádiz y Málaga: un libro divulgativo sobre su
habla, un diccionario que codifique el orgullo de las palabras
nuestras. Cádiz tiene uno popularísimo, "El habla gaditana", de
Pedro Payán Sotomayor, que va ya por ocho ediciones, cada vez
más rico en voces y modismos. Málaga, el veterano "Vocabulario
popular malagueño", de Juan Cepas. En Sevilla sacó un
diccionario popular Manuel González Salas, pero pasó
inadvertido, Necesitamos ese libro que nos devuelva el orgullo
de hablantes. Un "Cómo habla Sevilla". Doctores tiene la
Facultad de Filología que lo sabrán hacer. Antes que Sevilla
hable, un suponé, como Chaves: diccionarios y diccionarias, el
reto, la implementación y la bambolla de la farfolla de la
macolla de esa colla, Pepe Borbolla.