a
cotilla pregunta al sevillano:-- ¿Pepe
es feliz en el matrimonio?
Y responde:
-- Una cosa mala...
Cualquiera que no sepa cómo hablamos, puede
creer que Pepe se lleva con su mujer a matar, por lo de una cosa
mala. Y es todo lo contrario. Tan rica es el habla sevillana...
-- ¡Tela!
Tan cargada de intencionalidad, que una cosa
mala lo mismo puede ser un cáncer que un adverbio. Y, su vez, lo
contrario a mala cosa. Ese mismo sevillano puede seguir hablando
así con la cotilla:
-- Pues al pobre de Pepe, con lo feliz que
era, el médico le ha encontrado una cosa mala.
-- ¿Y es grave?
-- Una cosa mala.
-- Mala cosa...
He refrescado estas palabras con un libro que
citaba ayer y por el que me ha preguntado un lector mediante un
emilio (sin mariscos). Es "Así hablamos: vocabulario popular
sevillano". Lo escribió Manuel González Salas. Se editó en los
talleres de Prensa Española, en 1981, gracias al entusiasmo de
su gerente, mi querido y animoso Joaquín Pellón de León,
recientemente desaparecido. Ese diccionario popular sevillano es
de las escasas obras de tal corte que tenemos, en una Andalucía
donde no hay licenciado en Filología que no haya hecho la tesina
sobre el habla de su pueblo. No es obra científica, sino movida
por el amor a las cosas de Sevilla. Su autor, González Salas, es
un publicitario. Fue el fiel escudero que desde Publicidad Inca
acompañó las salidas de los anuncios del Ingenioso Hidalgo
Casal, Rey de los Bolsos. No sé si una reedición de la obra a
cargo de las siete mil fundaciones que hay, no sé si un estudio
científico o divulgativo de nueva planta, pero algo se debería
de hacer para devolver al sevillano el orgullo de su habla antes
que desaparezca.
En las páginas del Vocabulario de Manolito el
de Inca vuelvo a maravillarme de nuestras voces, de nuestra
suprema capacidad expresiva. Hace unos días se nos murió parte
del habla sevillana: se nos fue Paco Gandía. Se nos están
muriendo los hablantes, los que orgullosamente poseían estas
voces de barrio, de corral. Abro las páginas de "Así hablamos" y
me parece en sus palabras oír a Gandía y a su Sevilla verídica:
arreguincharse, tranfulla, arrecío de frío, de verdad de la
buena, la malilla, pagar un guante, darle al bisté, mesté ver,
esparatrapo, para dar y regalar, carapapa, papafrita, dar
cuartelillo, almóndiga, dar un niquelao, marinear, esnortar,
sarampión menuíto, más pallá que pacá, tan pancho, esmorecío,
tía catorce, hacer la plaza, echar un capote, pitraco,
huesarranco, gandinga, manque, de rompirraja, tirarse un pegote,
sieso manío, andoba, olerse la tostá, ese tío es un trapo,
endenante, carduchá, nevería, un suponé, zapatiesta, malucho,
jocicar, parguela, mascá, bujarrón, telanda, puñema, flama, esto
carbura, quedarse con el manso, trastazo, mojarra, teramare,
despelotarse, moquicaído, ser un manta, maquear, pejiguera,
negro con agua, opá, miarma, eso es pancomío, a poquita poco,
tapiñear... y lo que no está en los escritos
Y junto a las voces, a los modismos, nos da
González Salas una galería similar a aquellos "Personajes,
personas y personillas que corren por las tierras de ambas
Castillas", que recopiló Luis Montoto y a los que todavía
podemos ver por la calle del habla sevillana como términos de
comparación popular: El Potito, El Quico, El Loro Tena, Pepe
Leches, La Bernarda. Ya que se gastan tan bien gastados millones
y millones en restauraciones de piedra no estaría de más pedir
al menos unas perritas para mantener el monumento vivo e
inmaterial del habla sevillana, recopilando sus voces y
expresiones para valorarlas y que no tengamos que decir que se
acabó el carbón de ese tesoro.