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A
quien me llevaba en su coche para la Feria del Toro le dije que
para la Fibes era mejor tirar por la Carretera Amarilla. Por la
esquina de Erausquin el cristalero y por Montes Sierra, la
Avenida del Automóvil donde se fueron los concesionarios de
Pagés del Corro. Pero se empeñó en ir por Kansas City y por poco
llegamos a Kansas. Sin City. Y en el dédalo de Sevilla Este con
el Norte perdido descubrimos toda una nueva ciudad, la que va de
la antigua Algodonera a la Fibes.
-¿Por donde ponen el mercadillo de Alcosa?
Más o menos. Calles con nombres de países de viaje caro de luna
de miel, exóticas para quienes las cruzan por vez primera.
Bloques y más bloques como hechos con fotocopiadora. El Polígono
es una barriadita de nada al lado de esta Sevilla Norte y Este
inmensa, que a veces no conocen ni los taxistas. Y nada digo de
esa otra Sevilla que gana barlovento por Levante, la familia
Quinto al completo: Montequinto, Condequinto, y hasta el Quinto
Pino, que debe de andar por el antiguo Quintillo que urbanizarán
de un día a otro, levantando bloques de pisos sobre los
recuerdos de los carlistas sevillanos. Y nada digo cuando le
echen el ojo y le metan el andamio constructor al Pítamo...
¿Qué entendemos por Sevilla? Vienen días de incienso y cornetas
en que nadie entenderá por Sevilla nada de esa ciudad real,
realísima, donde vive, sufre, goza, sueña, ama, cría a sus
hijos, duerme y paga la hipoteca una inmensa mayoría de
sevillanos. Los que hacen verdaderamente la ciudad. Los
desheredados de un paraíso que seguimos entendiendo sólo
intramuros. Lo hemos visto días atrás, cuando con el referéndum
europeo se han publicado las cifras y los mapas de los distritos
electorales. Cifras y mapas que son como la calavera de Hamlet
(o si quieren de La Canina) para contemplar tal relatividad. La
Semana Santa será la fiesta del Distrito Casco Antiguo, y en
todo caso de Triana. Considerada desde Sevilla Este, desde
Torreblanca, desde San Jerónimo, la gran celebración religiosa
puede ser entendida como eso: como la fiesta que transcurre en
sólo dos distritos electorales. Qué dos distritos, cierto: pero
sólo dos distritos. Y nada digo si los consideramos en función
de esa Sevilla que no tiene todavía dinero para vivir en la
ciudad y que se ha tenido que alquilar un piso o comprar una
casita en el Aljarafe. En los 31 municipios del Aljarafe hay ya
una población de 306.000 personas. Al cambio, lo que era Sevilla
en los años 50 del siglo XX. Hay una Sevilla con sevillanos, oh
maravilla, que vive en Gines, en Bormujos, en Mairena, en Gelves,
en Espartinas. O en la tríada emergente del Aljarafe, en los
pueblos de su cornisa que más crecen: Almensilla, Albaida y
Bollullos. ¿Por qué no entendemos por Sevilla esa Sevilla real
de los sevillanos que no pueden vivir en Sevilla misma?
Es un tópico decir que en el Miércoles Santo un barrio que ya no
existe, San Bernardo, vuelve a las calles donde nació y vivió.
Habrá que ir inventando este tópico nuevo de la fiesta religiosa
en dos distritos electorales durante la Semana Santa: una
Sevilla que no tiene dinero para vivir en lo que entendemos por
Sevilla vuelve a la ciudad desde Sevilla Este, desde Montequinto,
desde el Aljarafe. Así es como interpreto cada mañana las colas
inmensas de coches en los embotellamientos para entrar a Sevilla
desde la Ese Treinta. Esos coches son la Sevilla que guarda cola
y espera turno para acceder al paraíso. Siempre hay una Sevilla
en lista de espera para que la consideremos Sevilla. Ya
consideramos Sevilla al Tardón, a Heliópolis, al Polígono, al
Cerro. Pero hay otra Sevilla desperdigada por el Aljarafe, como
exiliada, que está en lista de espera. La que cada mañana, con
sus coches, en la Ese Treinta, hace cola y como méritos para
llegar a ser Sevilla un día.
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