|
-
Conocida
es casi de todos la historia del origen de «¡Al cielo con
Ella!». Para quienes no hayan estudiado esa letra chica que
hoy va a examen, la refresco. Mañana del Viernes Santo de
1952. Calle Almirante Apodaca, ante los Juzgados. El palio de
la Virgen de las Angustias vuelve a San Román. Manda la
cuadrilla Salvador Dorado «El Penitente» (1912-1991). Va de
patero El Balilla, Ricardo Gordillo Díaz (1916-1992). Paso
arriado. Viene dando jabón. Cuarto y mitad de jumeo de taco.
En la Sevilla de los tranvías, El Gordo Penitente manda la
levantá: «A los cables con Ella». Por los cables del tranvía.
Tal prosaísmo es corregido como las balas por El Balilla,
poeta de guardia: «¡A los cables, no! ¡Al cielo con Ella!».
Si tal hubiera ocurrido en estos gozosos días, nos hubiéramos
quedado sin «¡Al cielo con Ella!». El Balilla hubiera sido un
hermano costalero de Los Gitanos. Cuadrado, de machacarse en
el gimnasio. Bajo las trabajaderas iría, como ahora en cada
paso, no la colla de muelle, sino la flor de los aparatos de
Galispor. Muchachos bien alimentados, que no fuman, que hacen
mucho deporte, que sacan una sola cofradía en toda la Semana
Santa, que han ensayado semanas con la parihuela, que cogen el
compás de las marchas como un ballet a lo divino, que
técnicamente rozan la perfección. Igualados casi por ordenador
en unas parihuelas no de pesados maderos, aquello de:
-Anda, que la tienes más dura que la pata un paso...
No, ahora la comparación tenía que ser:
-Anda, que pesas menos que la parihuela un palio...
Parihuela renovada con la tecnología punta de metales ligeros
y resistentes de la carrera. No de la carrera oficial: de la
carrera espacial. En las hodiernas circunstancias, y
suponiendo que ya circula por el centro el Metrotranvía y que
hay cables, un descendiente del Penitente hubiera, en efecto,
dicho en la mañana del Viernes Santo, con el palio de las
Angustias parado, sin jabón ni jumeo de taco alguno:
-¡A los cables con Ella!
Y como habría esa fuerza en la carne igualada; y como la
parihuela sería tan leve como cendal becqueriano; y como iría
al palo el relevo que acaba de entrar bajo los faldones; y
como los chavales son todos deportistas, están cachas como
Jeromo el hermano de Alfonso Borrero y más frescos que el
vientecillo de la mañana del Viernes, pues nadie habría
replicado que a los cables, no, que al cielo. La cuadrilla
perfecta, que cada uno de nosotros somos igual que vos y todos
juntos más que vos, se habría picado con un capataz que los
desafiaba de tal forma. Y no solamente habrían llegado en la
levantá hasta los cables, sino más arriba: ¡por poco embarcan
el palio enterito en la azotea de la Hemeroteca Municipal! Qué
fuerza, qué poderío, qué arte, Dios mío de la Salud de mi
alma.
Como surgió un día «¡Al cielo con Ella!» y un azulejo lo
recuerda en Almirante Apodaca, así pronto habrá otra voz
nueva, síntesis de la perfección técnica, arte y poderío a que
han llegado las cuadrillas en esta verdadera Edad de Oro del
Costal, que no valoramos por tenerla tan cerca. Las
generaciones anteriores nunca vieron con los profesionales
estos prodigios de los hermanos costaleros con el izquierdo
por delante, el paseíto, los cambios a cintura, la arriá de
ascensor, el pollito, el paso atrás. Y si es en clásico, a lo
Fatiga, más armonía que Los Ratones del maestro Rafael Franco.
Un capataz con arte, al mandar una levantá ante esa cuadrilla
de tal perfección y tantísima fuerza, dirá un día:
-¡A esta es, pero una levantá suavita, corazón, que esto es de
casitas bajas y sois capaces de embarcarme el paso en una
azotea!
El paso de misterio, claro. El barco. Embarcar el barco.
Embarcar un palio de una levantá no tiene mérito alguno.
Recuadros de días
anteriores
Correo
Biografía de Antonio Burgos
Libros
de Antonio Burgos en la libreria Online de El Corte Inglés
|