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El Recuadro   

 Antonio Burgos

ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Las coces de rigor

EN los países europeos y democráticos no se mantienen recuerdos de los dictadores, cierto. Pero en nuestras naciones hispánicas del lagarto, lagarto de la triste tradición de alzamientos, cuartelazos, sanjurjadas, sargentadas y tricorniazos de Tejero, repetir tres palabras a modo de jaculatoria civil, a los liberales por lo menos nos recuerda, ay, a la dictadura. Lo digo por el triple lema de la paz, la ciudadanía y el talante como parte contratante de la primera parte de este añito de rodrigato.

-¿De qué?

-De rodrigato. Si el mandato de González era el felipato y el de Aznar, diz que el desastre mayor que vieron los siglos, el mandato de Rodríguez ha de ser el rodrigato.

Aunque a Rodríguez no le gusta que se le llame Rodríguez, lo delata como Rodríguez hasta la chaqueta de los trajes carísimos que se compra. El sastre de lujo que se los corta hasta tiene lista de espera, como quirófano de sanidad pública, porque todos los jerarcas socialistas obreros no quieren ser menos, y que les cosa ese sastre. Aunque la chaqueta le cueste tres salarios mínimos interprofesionales a este señor tan de izquierdas Visa Oro, el sastre, por bueno que sea, no puede conseguir que quien tiene un pecho de alcayata deje de tenerlo, y no aparezca dando la impresión de que se ha dejado la percha dentro al ponerse la chaqueta.

Antes que nos metiéramos en el probador íbamos por la jaculatoria civil: paz, ciudadanía, talante. Rodríguez ha tenido que leer mucho a Azaña, lo de «paz, piedad y perdón». Y llegado el primer aniversario del 14-M en que cobró el sangriento y doloroso cuponazo que le tocó el 11-M, se ha dicho:

-¿Paz, piedad y etcétera? Pues se van a enterar: paz, ciudadanía y talante. ¡Toma ya, Manuel Azaña!

Si paz, ciudadanía y talante sonara a «Aragón tres, Zaragoza, Huesca y Teruel» o a «Puerta, Camino y Mondeño», no habría el menor inconveniente. Lo malo es que dicen que el talante suena a José Antonio Primo de Rivera y a la prosa falangista que estudió Mainer, y el conjunto, pues a muchas tristes tripletas dictatoriales del tiempo que han querido descabalgar. Paz, ciudadanía y talante suena a «por la patria, el pan y la justicia», o a «una patria, un estado, un caudillo». Y suenan a las que no logró aprenderse en 1939 el padre de Manolo Caracol, Caracol el del Bulto, que se había pasado la guerra en Madrid y que, como toda la población civil, tenía que saludar brazo en alto a las llamadas «voces de rigor». Aquello de:

-España...

-¡Una!

-España...

-¡Grande!

-España...

-Libre...

Para disimular su antigua ciudadanía del Madrid republicano, Caracol el del Bulto no se cortaba un pelo. Y cada vez que se podía mangar algo respondiendo a las voces de rigor, le ganaba nadie en responder. ¿Cómo? De la manera que verán:

-España...

-¡Una!

-España...

-¡Dos!

-España...

-¡Tres!

¡Y a mangar! Es lo que habrá que hacer cuando no entendamos bien qué es paz, qué ciudadanía, qué talante. Reinventar peligrosamente las dos Españas con el homenaje al Marqués de Paracuellos del Jarama, ¿es paz, es talante, es ciudadanía? ¡Una! Mandar al Rey como jarrillo de lata a hacer mandados con los marroquíes y los cubanos, ¿es ciudadanía, es talante o es paz? ¡Dos! Romper la concordia nacional de la transición, ¿es paz, es talante o es ciudadanía? ¡Tres! Son las nuevas voces de rigor de la dictadura de lo políticamente correcto. Ojo, voces de rigor, no vaya a ser como aquella errata del diario «FE»: «Por último, el camarada Girón dio las coces de rigor».




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