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Remo
y Rómulo, mis dos gatos romanos de la Bética, están encantados
con Carmen Calvo. No es que Remo y Rómulo sean como Vittorio y
Luchino, diseñadores de moda, y que la Calvo sea su mejor
clienta. Tampoco es que sean proveedores de zapatos de Carmen
Calvo, una de las actividades económicas más rentables de
España. Ese esplendor de chalés a lo Beverly Hills y coches de
gran lujo que se contempla en Elche es debido a Carmen Calvo.
Con su afición a lo Imelda Marcos a tener cientos de pares de
zapatos sin salir del armario, ha hecho ricos a decenas de
zapateros de Elche.
Mis gatos están encantados con Carmen Calvo por la parte del
Gato Gitano contra Pixie y Dixie. Mis gatos, que saben latín,
conocen que los de Cabra tiran al monte en cuestiones de la
lengua de Roma. Otro de Cabra que también fue ministro, Solís,
a quien le recordaron que gracias al latín los nacidos en esa
noble ciudad cordobesa son llamados egabrenses y no lo otro,
ya anduvo a vueltas con la lengua clásica del Lacio. José
Solís Ruiz, sonrisa verticalista de la dictadura de Franco,
dijo:
-Menos latín y más deporte.
Ahora Carmen Calvo, respondiendo a Juan Van Halen, ha dicho:
-Menos latín y más dibujos animados del gato y los ratones.
Juan Van Halen es el senador poeta. El Pastor Poeta, Julián
Sánchez Prieto, escribió el famoso «Canto a la mujer
cordobesa» que recitaba Pepe Marchena. Y El Senador Poeta,
Juan Van Halen, ha hecho que la mujer cordobesa Carmen Calvo
dé el cante de su paisano Pepe Solís. El cante de su aversión
egabrense por el latín y su elogio de los dibujos animados de
gatos y ratones. «Dixit», para Calvo, no es una forma verbal
latina, sino un clásico de la factoría de dibujos animados de
Hanna y Barbera para el Show de Huckleberry Hound: Pixie,
Dixie y Mister Jinks.
En ese punto felino de Mister Jinks es donde más agradecidos
están mis gatos a Carmen Calvo. En su virtuosismo del patulaje
podía haber identificado el «dixit» latino con Dixieland y la
guerra civil americana. O con el estilo Dixie del jazz. Lejos
de cualquier tentación de precisión y conocimiento, Carmen
Calvo identificó el «dixit» latino con lo que alegra a Remo y
a Rómulo: con Dixie, el compañero de Pixie, los dos ratones a
los que tenía a raya su colega Mister Jinks, conocido en estos
pagos como El Gato Gitano. Vamos, El Gato de Etnia Gitana en
términos políticamente correctos:
-¡Marditos roedores!
El Gato Gitano, que sabía latín como Remo y Rómulo, aprendió
gramática española con aquel maestro de escuela del abuelo de
Alfonso Ussía:
-Niños, apuntad: sordao, gargo, esparda y mardita sea tu arma
se escriben con ele.
Ele la gracia de Carmen Calvo en su homenaje al Gato Gitano
del diálogo de civilizaciones con los marditos roedores.
Ratones que hablaban en aquella serie de dibujos animados unas
variedades dialectales del español mucho más ricas y exactas
que la de Carmen Calvo, una fonética menos chocante que sus
vocales abiertas de par en par. Si Jinks era el gato gitano,
Dixie era el ratón cubano y Pixie, el ratón sevillano. Dixie
hablaba un cubano habanero tan sonoro y rico como el de
Cabrera Infante: «¡Chico, bótate y jálale del rabo al gato
pendejo!». Pixie hablaba un sevillano clásico precioso. Dicen
que doblado por un popularísimo actor del Teatro del Duque,
exiliado en América tras la guerra civil: «¡Ojú, Dixie, qué
gato más puñetero! ¿Dónde se habrá metío este joío gato?».
(En la proclamación de Benedicto XVI, al oír lo de «Annuntio
vobis Gaudium Magnum», probablemente Carmen Calvo pensó, por
lo de Magnum: «Hay que ver lo raro que pregonan en el Vaticano
lo de «¡al rico bombón helado!»»).
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