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Como
en el Gatopardo de Sevilla siempre es preciso que algo cambie
para que todo siga igual, la renovación de diseño que habrá
usted advertido en esta página e incluso su armado dentro del
periódico ha permitido que lo fugitivo de un artículo
permanezca y dure quevedescamente por el plan antiguo. Por la
mejora de diseño, este artículo vuelve a ir recuadrado, con
cierre tipográfico. Ocasión que aprovecho gustoso, lector,
para darle las gracias por su apadrinamiento. Sí, me siento
ahijado de mis lectores. Aquí llamé un día Trovador de Sevilla
a Paco Palacios. Desde entonces El Pali me llamó su padrino.
¿Por qué? Porque lo había sacado de pila. Del mismo modo,
lector, yo le tengo que llamar a usted ahora padrino. Porque
usted y todos los que me conceden la grata merced diaria de la
lectura empezaron a llamar El Recuadro a un artículo que
aparecía recuadrado en una sección que no se titulaba así,
sino "Sevilla al Día".
"Sevilla al Día" fue una sección histórica
de ABC. Nació, como esta edición sevillana de las Tres Letras,
en 1929. En una nave de la Huerta de la Salud, por donde los
Luca de Tena destilaban un prodigioso calmante con la flor de
los naranjos: agua de azahar. Durante cincuenta años, "Sevilla
al Día" fue una columna en cursivas que abría la sección
local. Era como un sumario floreado, un índice comentado de
noticias, firmado siempre con seudónimo: Simplicio,
Simplicísimo, Quintaval. Lo escribieron las mejores plumas de
esta Casa, de José Andrés Vázquez a Juan María Vázquez, para
terminar culminándolo Francisco Luis Otero. Hasta que al tomar
Nicolás Salas la dirección del periódico en la Transición,
decidió acabar con el anonimato y personalizar el "Sevilla al
Día". El sumario con seudónimo pasó a ser artículo literario
con autor. Dobló en dos bloques el plomo de la vieja columna
en cursivas, y lo recuadró, bajo los títulos que abrían la
sección local. Con tres autores de la Casa, turnándonos,
compuso Salas el cartel del "Sevilla al Día": Manuel Ferrand,
Joaquín Caro Romero y el guardia que aún suscribe. Ocupados
Ferrand con sus novelas y Caro con sus poemas, Salas me largó
un día la sección en solitario. Con su estímulo, remé a mi
aire por la ría de esta Plazaspaña periodística del 29 que es
ABC de Sevilla, y meses y meses fue saliendo el "Sevilla al
Día". Como iba en un recuadro tipográfico, los lectores
empezaron a llamarlo "el recuadro". Y el recuadro se le quedó.
Lo inventaron, pues, los lectores, no quien lo escribía.
Posteriormente, en otro cambio de diseño, el artículo dejó la
sección local y pasó al primer tramo de las páginas de
opinión, como un Senatus... Populusque Hispalensis. El
"Sevilla al Día" había dejado paso a "El Recuadro" como
azorinesco título de una sección que anduvo un tiempo
refugiada en otros templos hasta regresar a su sede gracias a
Ignacio Camacho y Alvaro Ybarra.
Y si lo sigo escribiendo cada día, ahora
otra vez con cierre tipográfico y con más ilusión que nunca,
como si debutara con caballos cada mañana, sé que el acierto
nunca es mío: es suyo, lector. Lo escribo gracias a que usted
lo lee. Por eso hoy, al volver el artículo a su viejo recuadro
tipográfico, va por usted, en agradecimiento por su fidelidad.
Iba a decir que tradicional, en cuanto heredada de padres a
hijos. (Sí, ya sé que cuando usted levantó con tanto dolor la
casa de su padre, estaban entre sus papeles queridos aquellos
recortes amarillos que él conservaba, aquel artículo sobre su
barrio o su cofradía...) Si no fuese por su fidelidad en la
lectura, estos artículos no valdrían nada. El capital, la
renta y el patrimonio de quienes escribimos en los periódicos
son nuestros lectores. Usted hace que me sienta siempre deudor
de este impagable favor que cada día me concede: la lectura.
Sólo me queda pedir al Señor de Sevilla y a su Madre del Arco
que me den el temple necesario para seguir sabiendo hacerme
perdonar cada día el atrevimiento de tener lectores tan fieles
como usted, que fue mi padrino, sacando de pila a este
artículo diario, llamándole El Recuadro.
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