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La
sevillana rociera decía: «Una pará en el camino, una guitarra
y un cante...» Ahora dice: ¿Una pará en el camino? Pues de
momento setecientos motores de setecientos grupos electrógenos
atronando en el silencio de la noche. Juan Ramón Jiménez
escuchaba el silencio en el Camino de Moguer: «Ya están ahí
las carretas,/lo ha dicho el pinar y el viento». Si Juan Ramón
fuera ahora a lomos de su moto de cuatro ruedas, que sería su
borrico Platero versión 2005, escribiría: «Ya están ahí las
carriolas,/lo han dicho los grupos electrógenos con tós sus
muertos...»
¿Con qué hermandad hace Goethe el camino? ¿Con Bonn o con
Berlín? Su lema Sevillana Endesa de «luz, más luz» hace furor
en la noche del camino rociero. De aquellos caminos de luces
de carburo y sevillanas sobre un horizonte de grillos, pasamos
a estos caminos en que cantan los grupos rocieros...
electrógenos. Hacer el camino, sí, pero como si no
estuviéramos en él: con todas las comodidades de casa. La
Andalucía de las casitas adosadas y del apartamento en la
playa se pone sobre ruedas, itinerante. Hermandades hay cuyo
cortejo de carriolas y remolques parece el traslado de una
urbanización de adosados.
-Es que los remolques tienen ya de tó, usted...
Y tanto que tienen de tó. Televisor, por descontado. ¿A qué
vais? ¿A la Blanca Paloma o a la Rosa Salsa, con tanto
televisor en los remolques? Y tienen salita de estar en la
trasera: esas terracitas con las butacas, todas de plástico,
todas blancas. Cocina de campingás. Y su nevera. Pero no de
campimplaya: frigorífico con congelador y todo. Y su cuarto de
baño con su duchita. Y su inodoro, con su cisternita. Y siete
mil literas.
-Y mucho Ikea... Vamos, que Ikea creo yo que ha puesto lo de
Castilleja para amueblar carriolas y remolques...
Por la enfermedad animal con la que Europa nos saca la lengua
del mismo color que su bandera azul, burlándose de las
tradiciones andaluzas, este año no van bueyes al Rocío. No es
problema. Los Simpecados van en un cajón de romería de pueblo,
con mulos. Y las carretas de bueyes no son problema. Total, si
las carretas de toda la vida, las lentas, bellas, rotundas
carretas ya nada más que las llevan cuatro hermandades que
encima huelen a alcanfor. El problema de verdad hubiera sido
que prohibiesen no los bueyes, sino las carriolas y los
remolques. Tenemos del camino del Rocío una imagen bucólica,
pictórica, cinematográfica, preciosa por cierto, que no se
corresponde con la realidad. Esa imagen es una hilera de
hermosas carretas tiradas por bueyes, avanzando entre pinares,
por un camino de arena, con unos caballistas de marsellés y
zahones... Esa imagen existe sólo en las postales. La
verdadera imagen del camino se parece ahora bastante al
traslado servobosnio de una población en éxodo. Una sucesión
costrosa y mugrienta de carriolas; vehículos de fortuna de
tracción animal; coches que los herreros que los han hecho
dicen que son carrodomas; todoterrenos con un vivac en la baca
llenos de tíos en mangas de camisa y tirantes, nadie de corto
ni de chaquetilla. Y todo esto, con todas las comodidades.
Remolques tonmoquetáos y tompapeláos, agua corriente del
depósito del techo, luz, butano. Y todo muy feo. Muy cutre.
Nada que ver con aquellas carretas perfectas de Triana,
Bernardo de los Reyes en la tradición pura de la elegancia del
campo sevillano, el Aljarafe en una yunta, la Vega en un
boyero.
Al fin y al cabo, esa es la Andalucía real. Una Andalucía de
carriolas, de adosados, de degradación estética. ¿Que no hay
bueyes? No pasa nada. El problema sería que no dejaran los
grupos electrógenos por la noche, para que en la pará del
camino no haya quien pueda escuchar ni una guitarra ni un
cante ni un ná.
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