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Ya
falta menos para el millón. El más famoso del mundo. No el del
desconocido Cristo del Millón que corona el altar mayor de la
Catedral. El millón del que hablo está al caer. Como cada
Pentecostés. El nunca comprobado pero nunca negado millón de
romeros en el Rocío. Sea un millón, sea medio millón tirando
largo, ese mítico millón confirma nuestra tecnología punta
festera. Si los andaluces aplicaran a inversiones productivas,
a investigación, a creación de empleo lo que se gastan en
chutipingos, esto sería Suecia. Eso, el dinero privado. ¿Y el
público? ¿Cuánto dinero público nos cuesta el Rocío a todos,
vayamos o no vayamos? ¿Cuánto nos gastamos en montar
dispositivos de Protección Civil, hospitales de campaña,
servicios de emergencia? De ese dinero, ¿cuánto paga Almonte?
Con nuestro dinero le ponemos de dulce la romería al
Ayuntamiento de Almonte, para que saque la morterá del Rocío,
su gran negocio junto con Matalascañas.
Y lo que le pasa a Andalucía con respecto a Almonte le ocurre
a Sevilla con el Aljarafe. Sevilla es la criada de los
ayuntamientos del Aljarafe. Sevilla ofrece todos los
servicios, aparcamientos, limpieza, transportes públicos,
centros comerciales, sanidad, enseñanza media y superior a ese
otro millón aún no aforado de quienes tienen a los pueblos del
Aljarafe como dormitorio, ante la carestía de la vivienda en
la capital. ¿Qué población tiene el Aljarafe? A juzgar por las
colas y tapones en la SE-30, por lo menos un millón, como el
Rocío. ¿Cuántos puestos de trabajo se han creado allí tras
esta explosión demográfica? Pues quitando Ikea y quitando
Mercadona y los dos carrefures, media docena. El Aljarafe vive
de Sevilla. Echa el día en Sevilla. Los nuevos matrimonios se
han tenido que ir al Aljarafe. Donde los ayuntamientos sólo se
preocupan de cobrar el IBI y los porcentajes presupuestarios
que les corresponden por una población en aumento. Peseta que
el Estado da a los Ayuntamientos del Aljarafe es peseta que le
quita al de Sevilla, que tiene que mantener la ciudad en
perfecto estado de revista para que pasen aquí el día todos
los que viven y duermen en esos pueblos.
Como la gran metáfora de Almensilla. Almensilla tiene 4.244
habitantes. Una barbaridad, si pensamos que en 1996 eran
2.232. En menos de diez años ha doblado su población. Más
dinero para Almensilla y más problemas para que los resuelva
Sevilla. El alcalde, como sabe que Sevilla le saca las
castañas del fuego, quiere seguir con esa política suicida de
«ladrillo caiga quien caiga y más miles de habitantes». Y se
ha hecho el mocito un PGOU donde no queda por urbanizar palmo
alguno de los 14 kilómetros cuadrados del término. La
población, en ocho años, a base de adosados, pareados y
bloques, llegará a los 60.000 habitantes. ¿Dónde trabajarán,
dónde estudiarán, dónde irán al hospital? ¡En Sevilla! Los
alcaldes del Aljarafe se dedican a recalificar, a dar
licencias de obras a peluz, a cobrar el IBI y a poner la mano
en el presupuesto estatal por los miles de habitantes. ¿Que se
colapsan las carreteras? Que se colapsen. ¿Que faltan
transportes públicos? Que los ponga Sevilla. Como medio
Aljarafe, Almensilla no tiene más planificación que convertir
el término entero en edificable, ¡y a trincar la tela!
El terror del milenio lo tenemos ahí, con esta política
almensillera que se anuncia para toda la llamada segunda
corona metropolitana: Almensilla, Albaida, Benacazón,
Bollullos, Coria, Espartinas, Olivares, La Puebla, Sanlúcar,
Salteras, Umbrete y Villanueva del Ariscal. Estos pueblos han
tenido un aumento de población del 23 por ciento entre 1991 y
2003. ¿Cuánto ha dejado de cobrar el Ayuntamiento de Sevilla,
con este éxodo? Han convertido a Sevilla en criada del
Aljarafe, que encima les debe tener la casa de dulce cuando
llegan todos aquí cada mañana.
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