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Si
yo de mayor quiero ser inglés, porque allí en el Reino Unido
ganan los socialistas y no dejan al Gobierno prisionero de los
separatistas, ni se hacen amiguetes y socios de los
republicanos que quieren derrocar a la Reina, y llega el día
de las Fuerzas Armadas y el presidente del Consejo de
Ministros está allí a pie de banda y de bandera, y no deja en
La Coruña pelando más guardias que un machete al ministro de
Defensa, en cambio no hay nada que me preocupe más que la
posibilidad de ser francés, o de encarnarme en gabacho en la
otra vida.
Con tanta «grandeur», tanto orgullo y tanto complejo de
superioridad, a los franceses se les van las mejores: el tren
de Europa. Se les ha ido viva la posibilidad de ser tan
modernos y progresistas como nosotros y de votar «Sí» a la
Constitución Europea con los ojos cerrados. Vamos, «güí» que
dice Zapatero. ¿Es que no entendieron acaso a Zapatero cuando
en la lengua de Molière les pidió que votaran «güí»?
-Oiga usted: si lo que habla Zapatero es la lengua de Moliére,
¿tan malamente hablaba Molière el francés?
Como son tan presuntuosos nos han hecho creer lo contrario,
pero Moliére en realidad hablaba el francés e-xac-ta-men-te
igual que Zapatero. Molière o Moliese, da lo mismo. Eso, por
un lado, y por el otro, la campaña. La temeridad de campaña.
¡Qué irresponsables! En los debates de la campaña del
referéndum, estos franceses presuntuosos hablaban los tíos,
¿sabe usted de qué? ¡Pues de la Constitución europea! ¡Del
texto de la Constitución! Del artículo tal y del artículo
cual, y si eso era bueno o era malo para Francia. ¿Pero cómo
va a poder ser malo para una nación algo que le proponen a
votación sus queridos gobernantes? ¿Cómo un ciudadano común va
a entender de la Constitución Europea y cómo se va a poder
atrever a votar que no? ¿Así pagan los franceses los desvelos
de sus gobernantes? ¿Tan desagradecidos son que se atreven a
tomar la papeleta del «no»?
-Me está usted haciendo el razonamiento de Los del Río...
A eso voy. El Gobierno francés ha perdido el referéndum de la
Constitución Europea porque no ha basado su campaña en el
supremo criterio político de Los del Río, que con todo su
profundo conocimiento proclaman lo que hay que decir: que si
los políticos, que tanto cuidan por nosotros, nos piden el
«sí», ¿a qué vamos a tomarnos el trabajo de informarnos sobre
la Constitución Europea, y mucho menos a leerla? Para eso
están los políticos y ellos, tan sabios, tan buenos, tan
extraordinarias personas, sus razones tendrán cuando nos piden
que votemos que sí. La respuesta del pueblo ante un referéndum
debe ser siempre como un buen remate de chotis sobre Madrid:
«Que sí». (Y se añade: «Y que vivan las caenas», mejor).
Y luego, la osadía de hacer el referéndum sin pedir la
colaboración ciudadana de los líderes sociales, de los grandes
dirigentes de masas. En los periódicos franceses no venía ni
un solo anuncio institucional con la foto a toda página del
Butragueño de allí, ni del Iñaki Gabilondo de allí, ni del
Loquillo de allí, pidiendo el «sí» por el supremo argumento
con que los líderes sociales lo solicitan en tales ocasiones:
porque sí. ¡Cuidado que convocar un referéndum sin recurrir a
los pancarteros y a los pegatineros, sin contar con Javier
Bardem!
En su pecado llevan la penitencia. Ni eso es «grandeur» ni eso
es nada. Menos Aznavour y más Los del Río es lo que necesitan
estos franceses para ser unos europeos verdaderamente
europeos. Que el Sena con ser el Sena tiene que aprender de
aquí, de los del Guadalquivir, de los dos de Macarena, o de
Zapatero: güí...
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