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Cuando
murió Ruano, Campmany escribió su artículo del Cavia: "César o
nada". En la perfección del remate, maestro, rotundo, decía:
"Muerto César, a mí los muertos se me dan como a nadie". Nadie
puede ahora escribir una frase así. Muerto Campmany, ya a
nadie los muertos se le dan como a nadie.
Taraceaba su prosa sobrada unas Escenas
Políticas en las que derrochaba oficio, intuición, sabiduría,
calidad de página. Pura literatura de periódicos. Campmany
hizo época. Aparte de esa revista política que fundó, la hizo
por su forma de construir el artículo. Había sido poeta antes
que fraile del convento del periodismo y se le notaba. Prosa
diaria con una grandeza que iba más allá del perecedero
artículo. Hermano Mayor de la Cofradía de la Columna lo nombré
un día. Como en los pasos de las cofradías andaluzas, hoy
todos los artículos llevarán un crespón de luto en su
delantera, por el hermano mayor muerto. Aquí mismo, como en un
obituario procesional, me imagino que está su vara de hermano
mayor, su pluma única, prendida con dos sedas negras al
espacio que otros podrán llenar, pero nadie ocupar. Sede
vacante en el periodismo literario español.
Escribo este artículo hasta con un
sentimiento tipográfico de esa orfandad. Llora la tinta de
estas páginas por la firma que desde hoy le falta. De "César o
nada" a "Jaime o nadie". Algo se ha muerto en el alma de ABC
sin el artículo de Campmany. No me engaño si hago mío ese
sentimiento de los lectores. El lector de Campmany tomaba cada
mañana su artículo con el convencimiento de que lo había
escrito precisamente para él. Ni les cuento el dolor de los
que escribimos desde hoy sin sentir al lado su ejemplo de
hermano mayor. Sólo queda la soledad de un papel sin su firma.
Después de Jaime, nadie.
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