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Con
lo singular que es Sevilla, lo que les gusta arrearnos un
plural a los que no la conocen. Lo digo por el Carnaval de
Carliños Brown. Sé que es Carlinhos, pero yo no escribo en
brasileño, sino en sevillano. Y Carlinhos aquí es Carliños,
como el de la Federación de Fútbol no es Albarinho, sino
Albariño. Poner Carlinhnos es un pestinho. Ahora, que si de
brasileiro se trata, pues digo que Carliños es Antonio Carlos
Santos de Freitas. A cuyo Carnaval itinerante le han largado
el habitual plural los que no conocen a Sevilla. La publicidad
del evento dice textualmente, sobre la imagen de un SMS del
Movistar que paga el Carnaval, que será el sábado por la
«Avenida de las Palmeras». Aquí conocemos Las Palmeritas, en
Nervión; pero a Las Palmeras no tenemos el gusto de
conocerlas.
-Sí, hombre, en Sevilla tenemos una jartá de palmeras. De las
dos clases...
-¿Cómo las dos clases?
-Sí: palmeras de huevo y palmeras de chocolate.
Algo de dulcería de barrio hay en el evento. Quieren poner a
La Palmera de chocolate mulato por huevos. La Palmera, ya
saben, es como llamamos los sevillanos a lo para los
madrileños es «Las Palmeras». Como la Feria es «las ferias»,
el pesetero es «la calesa» y el traje de flamenca son «los
faralaes». Y de faralaes, con mangas y pantalones de volantes,
Carmen Miranda en versión masculina, viene vestido este
Carliños Brown del cuento del envergue de Candeal, para hacer
Carnaval en Sevilla.
-¿Más Carnaval todavía? ¿Les ha parecido poco el Carnaval de
las facturas falsas y el Carnaval del carpetazo a la comisión
investigadora de las facturas falsas?
Como todo en Sevilla, lo de Carliños Brown ya está inventado.
Ya pudimos vivir un Carnaval brasileño en La Palmera, más de
chocolate que de huevo. Fue cuando el Mundial de Fútbol de
1982. Cuando jugó la selección del Brasil en Heliópolis, la
batucada de la torcida convirtió La Palmera en Palmeira de
samba y bandeirantes. Una maravilla de ritmo de Carnaval, con
la tomborería de los mulatos y el arte que tienen para sacarle
compás a una lata de caballa del Consorcio Almadrabero con una
cuchara vieja. Fuí a verlos junto al campo del Betis con la
inolvidable Bernardeta y con sus sobrinas, las hijas del
escritor Joaquín Vázquez Parladé. Y cuando arribou la batucada
tamboreira do Brasil, ¡toma ya Caetano Veloso!, la niña
Berenguela se nos fue baila que te baila con la bulla de los
bandeirantes samberos. Bailando mejor que todos ellos. En el
Puesto Los Monos tuvimos que recogerla, de la marcha sabrosona
que llevaban. Los sevillanos, claro, noveleros de samba,
compás y meneíto de serengue. ¿Qué pasó entonces? Pues que
Sevilla le dijo a los seguidores de la selección del Brasil:
-¿Con un compás a mí me vas a venir? ¿Un roneo de compás a mí?
Y Sevilla se puso a bailar la samba mucho mejor que los
brasileños de la batida de coco, la capoeira y la caipiriña.
Samba con pipirigaña. Brasil, 0; Sevilla, 3. Me imagino que
con Carliños Brown pasará igual. Tanto sentido del ritmo
tenemos, tanto compás en la masa de la sangre, tan bien
sabemos hacer las palmas, que sé lo que va a pasar. No que los
sevillanos se vayan a sorprender ante el macroautobús de la
samba donde Carliños Brown y sus músicos con plumas de indios
en la cabeza hacen su Carnaval. No. El sorprendido será el
morenito de Candeal, que el barrio de Carliños en Salvador de
Bahía tiene nombre de bollo para untarle manteca colorá:
Candeal. Seguro que cuando se bajen del autobús en el
Campolbetis tras perder el encuentro con Sevilla, Carliños les
dirá a sus músicos:
-¡Os sevilhanos mandáronnous aos albanhiles de Dragadus e
Construsoes! Pra samba, Sevilha, que os sevilhanos sí que
tenen fazendo o compás un ritmo de coxoes...
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