Vivimos tiempos de moviola histórica. Hay quien dice que estamos a la altura de 1934, que si nos bajamos en la próxima será la Revolución de Asturias en forma de Revolución de Galicia, con Anxo, ¡angelito! En la misma tribuna de oradores donde se dijo que España había dejado de ser católica, se ha anunciado que España ha empezado a ser decente. Lástima que ZP, en su aterradora hoja de ruta, no sepa latín. La justificación de estos matrimonios tan grecolatinos le hubiera quedado de cine floreando a Horacio: «Dulce et decorum est matrimonio iungere pares in sexu.» Como una Epístola de San Pablo por lo civil igualitario. Que hasta podría ser leída con fervor de neoconversos por los concejales del PP modelo Celia Villalobos, que se tiran de espontáneos para ser los primeros en oficiar una gaya boda. (No hay que recurrir al inglés. Si en el DRAE tenemos «gaya», del provenzal «gai», alegre, como la gaya ciencia y la gaya doctrina, ¿por qué no la gaya boda?)

En latín le hubiera quedado de cine. Dicho en castellano torpón le ha quedado de cine... de barrio. ¿A quién se lo decía ZP? ¿Al Congreso de los Diputados o a José Manuel Paradas, con el del piano blanco al lado, y la otra, rubia de bote (pre Suprema de Móstoles), peinada con la minipìmer y con los zapatos de tacones y lacito de la novia de Popeye? Será todo muy moderno, ¿pero habrá adjetivo más rancio que «decente»? Dices «La España decente» y te sale una película con Alfredo Landa en calzoncillos. Vecino del quinto total. ZP ha legalizado la boda decente del vecino del quinto con el vecino del tercero. Al alardear de decencia le ha salido un homenaje a Miguel Mihura o una película de Sáenz de Heredia: «La decente». Sí, ya sé que Paradas no presenta «Cine de Barrio», que ahora es Carmen Sevilla. Más a mi favor. ¡La de horas de escucha de Carmen Sevilla con su canción «Carmen de España» que debe de tener ZP! En el momento histórico en que nos adelantamos al mundo mundial y a los planetas de otra Carmen, de Carmen Calvo, le sale Carmen Sevilla en la tribuna de oradores: «Carmen con bata de cola,/pero cristiana y decente...» Carmen, y no la de Merimée, sino la de ZP, puede ya casarse decentemente con la ex mujer del Barbero de Sevilla, quien a su vez contraerá matrimonio con Don Juan, que era su pareja de hecho.

La bata de cola del tópico tiene ahora los faralaes multicolores de la bandera arco iris. Lo de cristiana, como no está en la Constitución Europea (que aprobamos también los primeros, aunque nos quedásemos más solos que los de Tudela), no va a examen. Nos quedamos con lo de decente. El objetivo del Gobierno no es que la gente tenga un empleo decente, ahí están las cifras del paro. El objetivo del Gobierno no es que la gente tenga unas casas decentes, ahí están otra vez los mini-pisos de 30 metros donde no cabe ni la minicadena. Lo decente es que dos señores calvos se den unos besos de tornillo en la tribuna de invitados del Congreso. Se impone la docencia de la nueva decencia, para que sepamos que, verbigracia, lo indecente ahora es una de las señoras con marido bajito que pinta el maestro Mingote, escandalizándose ante los tiempos que corren, sin adecentar sus ideas:

-¡Qué indecencia!

Si a claudicar y entregar la cuchara del Estado de Derecho ante los asesinos de mil españoles se le llama «paz», ¿por qué no ha de llamarse «decencia» a la subversión de la Naturaleza? España es un país de las maravillas sin Lewis Carrol, donde Humpty Dumpty-ZP le vuelve a decir a Alicia:

-Cuando yo utilizo una palabra, significa exactamente lo que yo quiero que signifique: ni más ni menos.

-La cuestión es si puede uno hacer que las palabras signifiquen tantas cosas diferentes.

-La cuestión es saber quién es el que manda aquí, nada más.

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