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El
reloj de pared de la casa de su infancia inspiró a Rafael
Montesinos el título de «Los años irreparables», uno de los
más sentimentales libros de la prosa poética española del
siglo XX. En la esfera del reloj ponía: «Fugit irreparabilis
tempus». Verso latino que habrá que poner en estos debates
constitucionales y estatutarios que traen al personal al
pairo. Me encantaría que el Estatuto Andaluz apasionara a la
afición como los paseítos que le está pegando Lopera a la Copa
del Rey. La lleva de un lado a otro como Franco paseaba el
brazo de Santa Teresa. Lo suyo es más bien de brazo gitano. Se
la llevó a El Puerto, a la boda de Joaquín, a modo de tarta
nupcial. No, si éste organiza el día menos pensado una
procesión de gloria con la Copa. Hasta que no la saque con la
Banda Tejera detrás tocándole Campanilleros, no va a parar.
Puede que mande a Gregorio Conejo, que vive cerca, en el
Alfolí, a que le pida prestadas al Cabildo Catedral las andas
de Corpus de Santas Justa y Rufina. Y estoy viendo a mi
querido y muy sevillista calonge don Francisco Gil Delgado,
echando a Conejo con cajas destempladas, como Cristo a los
mercaderes del templo en el relieve de la Puerta del Perdón.
Diciéndole como el cura gallista trianero a los belmontistas:
-¡Qué herejía! ¡Cuidado que pedir el paso de las Santas
Patronas para la Copa del Betis! Hombre, si por lo menos fuera
para sacar en procesión la Copa de Liga del Sevilla...
La reforma del Estatuto Andaluz no interesa a nadie. Al
Barómetro de ABC me remito. Me encantaría que no fuera así.
Que llegaras al Hipercor de San Juan y oyeras que una cajera
le está diciendo a la otra:
-Pues fíjate tú la suerte que tiene la Juani, mi prima de
Hospitalet, que allí en Cataluña van a tener un Estatuto que
pone «nación» con todas sus letras...
-¡Qué Estatuto más guay, tía!
A quien de verdad le preocupa el Estatuto Catalán como
rompedor de España es a Alfonso Guerra. Ha dicho que no está
dispuesto a pasar ni una como presidente de la Comisión
Constitucional del Congreso. «Fugit irreparabilis tempus»:
¿quién habría de decirnos que andando el tiempo íbamos a estar
totalmente de acuerdo con Guerra, que íbamos a añorar aquel
PSOE suyo, que sería lo que fuese, pero que tenía una idea
clara e irrenunciable de España? En Constitución y Estatutos
hay que estar de acuerdo con Guerra. Cuando dirigía el
partido, el PSOE no hacia estas tonterías ni se metía en estos
berenjenales, inventando problemas donde no los hay. Las
nieves del tiempo. Aquí te acuestas miembro del grupo joven de
la hermandad y te levantas de la junta consultiva. Le ha
ocurrido a Guerra. Se acostó de joven jacobino y lo han
despertado de carca. El despertador se lo ha puesto el
secretario de los republicanos separatistas catalanes,
Puigcercós, el de la camisa negra: «España, camisa blanca de
mi esperanza», y Cataluña, camisa negra de mi espanto.
Puigcercós le ha pegado la bronca a ZP, porque Guerra quiere
parar esta locura constitucional. Puigcercós ha pedido
textualmente a ZP que «controle a los sectores reaccionarios
de su partido». ¿Saben quién es el sector reaccionario?
¡Alfonso Guerra! Las vueltas que da el mundo, cómo huye
irreparable el tiempo... y el sentido común. Mantener el
espíritu de la Transición, la concordia de aquella España de
reconciliación es ya reaccionario. Puigcercós ha puesto a
Guerra de viejo y de reaccionario. Lo que le cantaban Los del
Río a Picoco: «Te vas haciendo viejo, Picoco». La cuestión es
que en este caso el viejo, el reaccionario, el Picoco, Alfonso
Guerra, tiene más razón que un santo. ¿A que lo vamos a tener
que sacar en procesión, como la Copa de Lopera? Y en el paso
de Santa Justa y Rufina, sosteniendo la Giralda de la
Constitución él solito, frente al terremoto de Lisboa de
Cataluña. No creo que ningún Paco catedralicio, ni Paco Gil ni
Paco Navarro, se oponga.
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