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ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO
Tarancón
de nuevo al paredón
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LÓPEZ
Aguilar, ese ministro de Justicia que se está dejando el
maxilar como otros se dejan la barba, le ha echado mojo picón
canario al habitual ataque a la mayoría sociológica católica:
«La Iglesia apadrinó la Guerra Civil como una cruzada».
Supongo que del mismo modo que TVE se ha hartado de poner la
foto de las Azores tras la matanza terrorista de Londres,
ahora nos espera una buena cacimbocada de filmoteca con cuatro
obispos brazo en alto. En la estética LOGSE y Memoria
Histórica que se lleva, como nadie sabe nada y los que saben
no se atreven a hablar, nadie rebatirá o matizará la frase,
para que no lo llamen carca y asesino de García Lorca.
La Iglesia, cierto, tomó partido en la Guerra Civil. ¡Como
para no tomarlo! Le quemaron iglesias y conventos desde los
mismos albores republicanos de 1931; le asesinaron decenas de
sacerdotes y obispos en lo que para media España fue una
Revolución de Octubre en julio. Aquí que tanto se alardea de
abuelos fusilados, diré que al de Isabel mi mujer lo
asesinaron por el gravísimo delito de ir a la iglesia con su
libro de misa. Quien lea el estudio del obispo Montero sobre
las víctimas religiosas de la Guerra Civil podrá poner en
cuarentena las palabras de López Aguilar. El tópico que
uniforma a la Iglesia con la camisa azul y la guerrera caqui y
se olvida intencionadamente del cardenal Vidal y Barraquer o
de los curas vascos, leales al Gobierno de Madrid. (O del
cardenal Segura recordando a Franco que usurpaba el Trono de
Alfonso XIII).
La manipulación llega más cerca en el tiempo. Hasta sus
beneficiarios silencian el papel de la Iglesia a favor de las
libertades en los últimos lustros de la dictadura. Nos hemos
olvidado del grito de los fachas: «Tarancón al paredón». Si la
Iglesia apadrinó la Guerra Civil, ¿cómo entonces querían
mandar a Tarancón al paredón? Muy sencillo: porque Tarancón
representaba a la Iglesia que defendía la democracia frente a
la dictadura. Todo lo cual ahora perversamente se borra de la
socorrida Memoria Histórica. Desde el pontificado de Juan
XXIII y siguiendo sus enseñanzas, la Iglesia apoyó
abiertamente la democracia en España. Buena parte de la actual
clase política salió de los movimientos sociales de la
Iglesia. Felipe González es el paradigma. González es un
alumno claretiano que en la HOAC descubre el humanismo
cristiano que le lleva al socialismo. Nada digo de las
Hermandades del Trabajo como germen de Comisiones Obreras. Ni
de Montserrat o de los Capuchinos de Sarriá como santuarios de
la lucha por las libertades autonómicas en Cataluña. O del
Cura Javierre jugándosela por la libertad de expresión en el
arzobispal «Correo de Andalucía». «Cuadernos para el diálogo»
no estaba patrocinado por la Yemaá Islámica que yo sepa. El
Papa Montini bien que levantaba su voz contra los
fusilamientos de Franco. Las iglesias acogían reuniones de los
sindicatos clandestinos, de los perseguidos partidos. Si mal
no recuerdo, a los dirigentes sindicales del histórico Proceso
1001 los detuvieron precisamente acogidos a fuero de sagrado.
Evoco ahora el estado de excepción de 1969. La Brigada Social
está deteniendo a media Sevilla: estudiantes, PCE, Comisiones,
PTE. Están dando mucha leña. A cuatro gatos liberales fichados
como rojos peligrosísimos se nos ocurre visitar al cardenal
Bueno Monreal para pedirle que medie con el ministro de
Gobernación. Encabeza el grupo el profesor don Ramón Carande.
El cardenal nos promete gestiones. Las hace. Empiezan a poner
comunistas en la calle y dejan de dar leña en los
interrogatorios. Pregunto: ¿dónde estaban en 1969, cuando la
Iglesia daba la cara por la libertad, todos estos que ahora
sacan el fantasma de los obispos brazo en alto y de hecho
mandan nuevamente a Tarancón al paredón?
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