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ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Las catetarias

NO, no es una errata. Se escribe así porque es así: las catetarias. En una especie de latino neutro del plural, de los que ahora tanto se llevan para poner nombre a las sociedades anónimas: Aqualia, Argentaria, Localia, Aceralia. Las catetarias no son las catenarias con errata. Las catetarias son la errata misma de lo que están haciendo con Sevilla. A Sevilla la están convirtiendo en una inmensa errata de sí misma. Con las catenarias y con lo que no son catenarias, están volviendo a escribir el palimpsesto de Sevilla con un lenguaje distinto. Pudiera decirse que es un problema de lenguaje y de tipología. Insisto en que se han inventado un nuevo lenguaje urbanístico para Sevilla, una nueva tipología arquitectónica. Igual que el malhadado PRICA de la época de los derribos y destrucciones de la ciudad en el periodo tardofranquista se inventó aquel horror del «patio abierto a fachada», ahora se han inventado la caja de zapatos como medida de todas las cosas. Lo peor del PRICA pasa ahora por lo mejor de la modernidad. Ejemplo, el antiguo edificio del Banco Urquijo en la Avenida, reutilizado por la FNAC. En la fachada de esa bancaria caja de zapatos contra la que muchos de los que ahora están en el poder, en su etapa de militantes de Adelpha, arrojaban huevos y botes de pintura roja como protesta, han colocado un retrato así de grande de Pedro Almodóvar, otros de unos señores la mar de modernos y, ¡hala!, aquello está totalmente acorde con la estética del lenguaje urbanístico de nueva planta. Lo peor del PRICA entona perfectamente con el nuevo lenguaje arquitectónico y la nueva tipología urbanística de Sevilla, porque se trata de lo mismo: de destruir la esencia la imagen de la ciudad para proclamar el «por aquí pasó Pilatos haciendo garabatos con la mano izquierda».
Este neutro plural nada latino de las catetarias incluye todo ese concepto destructivo de la ciudad que algunos saludan con el mismo alborozo con que los especuladores del franquismo estaban orgullosos de haber destruido la ciudad de los corrales en los barrios y los palacios en la Plaza del Duque. El Cortinglés fue el símbolo de aquella destrucción de Sevilla. La FNAC es el símbolo de la presente. Quisieron hacer entonces el Metro para que llegara al Cortinglés del Duque como ahora han puesto el tranvía para que llegue a la FNAC del antiguo Banco Urquijo. Los franquistas se ufanaban de haber revitalizado la Plaza del Duque, donde sólo había entonces bulla de sarasas viejorros en los urinarios públicos. Los de las catetarias se ufanan de haber revitalizado la Plaza Nueva.
Este neutro plural nada latino de las catetarias evidencia que estamos en una etapa de diseño de Sevilla que niega a la ciudad. Aquí cada época se empeña en rediseñar Sevilla, en inventarla. Y cada vez a peor. Antes se diseñaba a Sevilla no sólo para que se pareciera a Sevilla, sino para que se acercara a la idea que la gente tenía de Sevilla. Santiago Montoto plantaba la Cruz de la Cerrajería en el corazón del barrio de Santa Cruz y el Marqués de la Vega Inclán lo recreaba como una teatral decoración quinteriana con calle de la Pimienta y Callejón del Agua. El Barrio de Santa Cruz fue invento de diseño, pero parecía Sevilla. La actual Avenida es un invento de diseño, sí, pero parece Düsseldorf. Es la diferencia. La diferencia catetaria. No hay nada más cateto que despreciar lo propio para imitar lo ajeno. En aquel diseño de la Exposición Iberoamericana había un, digamos, voluntarismo sevillano. Ahora, un voluntarismo anti-sevillano, que esto no parezca lo que es bajo ningún concepto, con la coartada de lo Universal, como se llamó a la Exposición del 92. Un juvenil Manuel Halcón que se opuso al sevillanismo de guardarropía de las torres de la Plaza de España contaba que en aquellos años fue una vez a Madrid y le preguntaron qué pasaba por Sevilla, cómo estaba la ciudad. Y respondió:
-¿En Sevilla? Pues lo que pasa en Sevilla es que como te descuides, te coge Aníbal González y te echa un zócalo de azulejos.
Ahora lo que pasa en Sevilla es que como te descuides, te coge Don Alfredo y te pone una catenaria.
Nos hemos descuidado y, ya ven, nos han llenado de catetas catenarias. Estamos en la ciudad de las catetarias.

 

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