NO,
no es una errata. Se escribe así porque es así:
las catetarias. En una especie de latino neutro
del plural, de los que ahora tanto se llevan
para poner nombre a las sociedades anónimas:
Aqualia, Argentaria, Localia, Aceralia. Las
catetarias no son las catenarias con errata. Las
catetarias son la errata misma de lo que están
haciendo con Sevilla. A Sevilla la están
convirtiendo en una inmensa errata de sí misma.
Con las catenarias y con lo que no son
catenarias, están volviendo a escribir el
palimpsesto de Sevilla con un lenguaje distinto.
Pudiera decirse que es un problema de lenguaje y
de tipología. Insisto en que se han inventado un
nuevo lenguaje urbanístico para Sevilla, una
nueva tipología arquitectónica. Igual que el
malhadado PRICA de la época de los derribos y
destrucciones de la ciudad en el periodo
tardofranquista se inventó aquel horror del
«patio abierto a fachada», ahora se han
inventado la caja de zapatos como medida de
todas las cosas. Lo peor del PRICA pasa ahora
por lo mejor de la modernidad. Ejemplo, el
antiguo edificio del Banco Urquijo en la
Avenida, reutilizado por la FNAC. En la fachada
de esa bancaria caja de zapatos contra la que
muchos de los que ahora están en el poder, en su
etapa de militantes de Adelpha, arrojaban huevos
y botes de pintura roja como protesta, han
colocado un retrato así de grande de Pedro
Almodóvar, otros de unos señores la mar de
modernos y, ¡hala!, aquello está totalmente
acorde con la estética del lenguaje urbanístico
de nueva planta. Lo peor del PRICA entona
perfectamente con el nuevo lenguaje
arquitectónico y la nueva tipología urbanística
de Sevilla, porque se trata de lo mismo: de
destruir la esencia la imagen de la ciudad para
proclamar el «por aquí pasó Pilatos haciendo
garabatos con la mano izquierda».
Este neutro plural
nada latino de las catetarias incluye todo ese
concepto destructivo de la ciudad que algunos
saludan con el mismo alborozo con que los
especuladores del franquismo estaban orgullosos
de haber destruido la ciudad de los corrales en
los barrios y los palacios en la Plaza del
Duque. El Cortinglés fue el símbolo de aquella
destrucción de Sevilla. La FNAC es el símbolo de
la presente. Quisieron hacer entonces el Metro
para que llegara al Cortinglés del Duque como
ahora han puesto el tranvía para que llegue a la
FNAC del antiguo Banco Urquijo. Los franquistas
se ufanaban de haber revitalizado la Plaza del
Duque, donde sólo había entonces bulla de
sarasas viejorros en los urinarios públicos. Los
de las catetarias se ufanan de haber
revitalizado la Plaza Nueva.
Este neutro plural
nada latino de las catetarias evidencia que
estamos en una etapa de diseño de Sevilla que
niega a la ciudad. Aquí cada época se empeña en
rediseñar Sevilla, en inventarla. Y cada vez a
peor. Antes se diseñaba a Sevilla no sólo para
que se pareciera a Sevilla, sino para que se
acercara a la idea que la gente tenía de
Sevilla. Santiago Montoto plantaba la Cruz de la
Cerrajería en el corazón del barrio de Santa
Cruz y el Marqués de la Vega Inclán lo recreaba
como una teatral decoración quinteriana con
calle de la Pimienta y Callejón del Agua. El
Barrio de Santa Cruz fue invento de diseño, pero
parecía Sevilla. La actual Avenida es un invento
de diseño, sí, pero parece Düsseldorf. Es la
diferencia. La diferencia catetaria. No hay nada
más cateto que despreciar lo propio para imitar
lo ajeno. En aquel diseño de la Exposición
Iberoamericana había un, digamos, voluntarismo
sevillano. Ahora, un voluntarismo anti-sevillano,
que esto no parezca lo que es bajo ningún
concepto, con la coartada de lo Universal, como
se llamó a la Exposición del 92. Un juvenil
Manuel Halcón que se opuso al sevillanismo de
guardarropía de las torres de la Plaza de España
contaba que en aquellos años fue una vez a
Madrid y le preguntaron qué pasaba por Sevilla,
cómo estaba la ciudad. Y respondió:
-¿En Sevilla? Pues
lo que pasa en Sevilla es que como te descuides,
te coge Aníbal González y te echa un zócalo de
azulejos.
Ahora lo que pasa
en Sevilla es que como te descuides, te coge Don
Alfredo y te pone una catenaria.
Nos hemos
descuidado y, ya ven, nos han llenado de catetas
catenarias. Estamos en la ciudad de las
catetarias.