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ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Cambio climático según Sevilla

No sé a qué vienen estos temores del milenio con el cambio climático para arriba y el cambio climático para abajo. Ni a qué la demagogia del cambio climático, que tanto preocupa a los rojos.
-Muy bien dicho lo de rojos, usted... Si los progres le escupen lo de facha a todo el que piensa por libre, ¿por qué no hemos de llamarlos rojos? Vamos a empezar a llamar a las cosas por su nombre, y rojos a estos rojetes mangones de Visa Oro, piso oficial, sueldazo mas dietas, Audi blindado con inhibidor, y escolta guaperas como el que dicen que se va a casar con la egrabrense de Pixie y Dixie.
Me escama muchísimo que Fidel Castro esté preocupadísimo por el cambio climático, y le dedique artículos kilométricos en el «Granma». Y que ZP dedicara ayer monográficamente el Consejo de Ministros al cambio climático. Y que tras el fracaso de su claudicante Proceso de Paz se invente ahora el cuento del envergue de la Estrategia Española de Cambio Climático y Energía Limpia y sus 170 medidas. El ecologismo es la brocha a la que se agarró el rojerío cuando le quitaron la escalera del muro de Berlín y se vio la copla del paraíso del proletariado que decían que era el comunismo. Aquello sería el paraíso del proletariado, hijo, pero todo el paraíso comunista de la Europa del Este se ha tenido que venir a España a buscarse las habichuelas, porque aquello es la pura miseria tras el fracaso del modelo leninista.
Sin tanto cuento y tanta demagogia, en Sevilla se ha producido hace mucho tiempo el cambio climático y no ha pasado nada. Al revés: estamos encantados. Al menos el cambio climático en verano. Haga la temperatura que haga, merquen los termómetros callejeros la leña que pongan, la verdad es que ahora en Sevilla se pasa menos calor, pero muchísima menos calor que hace treinta años. ¿Ha cambiado el clima? No, han cambiado los medios de defensa contra el achicharramiento del planeta (y del Ateneo de Sevilla). Calor, lo que se dice calor, el que se pasaba antes en Sevilla, sin aire acondicionado más que en el cine Pathé, sistema Carrier o Baviera. ¿Pero ahora? Con los esplís y las consolas del aire acondicionado colgadas en las fachadas, ya no hay noches de no poder dormir por la calor. No aquellos primitivos aires acondicionados de ventana que te enfriaban sólo un cuarto, no: aire acondicionado a lo grande, con sus consolas en la azotea o en la terraza y sus esplís echando osos polares por las rendijas. Estás con el aire acondicionado en tu casa, sales, y te metes en el coche. Con aire acondicionado. De pelarte. De darte en todo el pecho, capaz de buscarte una pulmonía doble. Y del aire acondicionado del coche, pasas directamente al aire acondicionado de la oficina o del trabajo. ¿Cuánto tiempo hemos estado a los 40 grados que dicen los termómetros? Pues apenas unos minutos: los de salir de casa, bajar del coche, entrar a la oficina.
Y en las tiendas y en los centros comerciales, ni te cuento. Ni Chipiona, ni Valdelagrana, ni Mazagón. Donde de verdad hace 10 grados menos que en Sevilla es en un buen Cortinglés o en un buen Carrefour. Al pasar por las galerías de los yogures y los congelados de Carrefour es que tienes que echar a los pingüinos para coger los desnatados de fresa o la pizza de cuatro quesos.
Este es el verdadero cambio climático. Esto sí que es segunda modernización, ¡toma, Chaves! Calor, el que se pasaba en aquella Sevilla de búcaro, camiseta de tirantas, silla a la puerta, nevería del cine de verano, abanico, talla de agua fresquita, plato de higos chumbos, sandía, gazpacho y ventilador. Y si quieren comprobar el verdadero cambio climático, vayan a la calle Sierpes y pónganse en la esquina de los escaparates del chaflán de la Joyería Ruiz, donde Ricardo Roldán muestra su maravilla argéntea en honor de San Fernando y de la Virgen de los Reyes. En aquella esquina hace mucho más frío en verano que en Matacanónigos en pleno mes de enero. ¿Por las velas y su microclima? ¡Qué velas ni qué velas! ¡Por el aire acondicionado de HM! En HM tienen el aire acondicionado tan fuerte, que por las puertas abiertas del negocio... ¡ponen de fresquita toda la calle Sierpes! Da gusto. A ese cambio climático sí que me apunto. Como lo que Joseph Peyré dijo de la Semana Santa y la Pasión: el cambio climático según Sevilla.

 

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