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El Recuadro   

 El fútbol será sin goles

ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


El butaking, deporte playero

EL principio de «cada hombre, un voto», que mueve la vida bendita de la democracia, queda durante el verano sustancialmente alterado en versión sedente, y formulado de este modo playero: «Cada hombre, una butaca plegable».
-Y algunos, dos: la suya y la de la suegra.
-O tres: la suya, la de aquí-mi-señora y la de la suegra.
En verano, el hombre no es el animal que ríe. En verano, el hombre no es el único ser de la creación capaz de pagar una hipoteca. En verano el hombre es fundamentalmente el porteador de butacas plegables hacia la playa. ¿Cómo serían las orillas de los mares antes de que se inventasen las butacas playeras? Las butacas playeras forman parte de la Creación, y tengo que mirarlo bien en el Antiguo Testamento, porque es más que probable que vengan. La Biblia dice que Dios creó los cielos y la tierra, los peces y los mares. Y que al séptimo día, descansó. Traduzco en versión veraniega: al séptimo día, Dios creó la butaca playera, se sentó en ella y descansó, con su cartuchito de camarones y su cerveza fresquita.
La butaca plegable fabricada con el aluminio más prodigioso. Cuando compramos la butaca, nos parece que no pesan nada esos tubos sobre los que se arma la lona de listas. La butaca nueva se caracteriza fundamentalmente porque pesa bastante menos que la vieja: es más manejable, más plegable, tiene hasta un bolsillo grandote en el reverso del respaldar, como si fuera asiento de un avión más que sede para la arena, ora mojada, ora seca. Pero por un misterioso principio físico, esa butaca plegable una vez que la hemos llevado al apartamento y la hemos vuelto a coger el día siguiente a la hora dramática de empezar el éxodo hacia la playa cargados con toda la impedimenta, nadie sabe por qué, pero pesa un quintal. O dos quintales. Peso inquietante: una extraña ley física hace que aumente con el tiempo y con la distancia. Lo explico. A usted le parece que la butaca nueva pesa tela cuando por vez primera la baja del apartamento y la mete en el coche camino de la playa. Pero es que cuando llegan a la playa, encuentran, ¡por fin!, aparcamiento, bajan la butaca con el resto de la impedimenta y se encaminan hacia la orilla, conforme más se separan del coche, más pesa la puñetera butaca. La butaca que pesaba quizá un kilo o kilo y medio cuando la sacamos del coche, al llegar a la orilla pesa aproximadamente tonelada o tonelada y media. Y eso sin exagerar. Y en el camino de ida. Porque en el camino de vuelta, ni te cuento. ¿Por qué las butacas plegables pesan más cuando volvemos de la playa que cuando vamos a bañarnos?
Y hay más preguntas que nadie ha sabido responder: ¿por qué el español considera la butaca plegable más necesaria para bajar a la playa que el bañador? Hay señoras mayores que no se bañan y bajan a la playa con su mambo fresquito. Sin bañador, pero no sin butaca. Butaca que le transporta el nieto o el yerno, portadores de los valores eternos de la butaca. Butaca mucho más necesaria que la sombrilla. El español puede estar en la playa sin sombrilla, mas nunca sin butaca. Parece como si estuviera prohibido sentarse o tumbarse directamente en el suelo con la toallita. Hay que poner distancias entre la arena y el trasero del veraneante español, y de ahí la importancia social de la butaca playera. El español medio tiene piso propio y butaca propia en la playa. Observen cómo son fundamentalmente extranjeros los que pagan los 4 o los 6 euros diarios por una tumbona en los toldos. ¿Gastarnos nosotros 6 euros en una tumbona? ¿Estamos locos? Por ese precio nos compramos cuatro butacas en una semana. ¿Que hay que cargar con ellas? No importa: el transporte de butaca playera es un secreto deporte olímpico español, en el que somos campeones. El día que en las Olimpiadas haya pruebas de los 200 metros butaca playera, serán nuestras todas las medalla de oro de Butaking.
Cuando llegamos a la playa, jadeantes, derrengados, con la sombrilla y la dichosa butaca, cada vez nos gusta menos el veraneo y más el invierno y el teatro. Qué maravilla el invierno, con esos teatros donde hay todo un patio de butacas que están ya colocadas allí, en la mismísima orilla del escenario, y que no hay que pulsear desde el apartamento...

 

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