Abrí el correo y leí: «Permítame que le escriba a esta dirección de correo electrónico pues no he encontrado ninguna otra mejor para hacerle llegar mi opinión y mi agradecimiento. Usted escribió en ABC un artículo sobre "Los anasagastitos sevillanos". Al leer su primer párrafo ("A usted quizá le encantaría que Sevilla se alineara con Seattle, con Newark, con Atlanta, con Tokio, con Frankfurt, con Buenos Aires, con Melbourne, con las ciudades pujantes e innovadoras donde se tienen que ir los jóvenes licenciados e ingenieros sevillanos con un curriculum demasiado preparado para encontrar trabajo aquí, ¿no?") no he podido resistirme a mandarle un correo. Tengo 29 años y soy sevillano. Con 7 años emigré a Málaga y años más tarde a Marbella, pero siempre, como buen sevillano, he llevado mi tierra, mi ciudad, en el pensamiento. Cuando cumplí la edad, emigré a Madrid a estudiar una Ingeniería, como en tiempos de mi abuelo, simplemente porque el nivel andaluz era, digamos, demasiado teórico y poco práctico.

"Y empecé a trabajar. Tuve que emigrar, como Alfredo Landa a Alemania, yo a Holanda. Y ahora estoy aposentado en Irlanda. La republicana, ojo. Sinceramente, las probabilidades de que Sevilla siquiera se convierta en algo parecido a las ciudades que usted menciona es algo cercano a la utopía. Ya desde hace tiempo perdí la esperanza de poder trabajar decentemente en España. ¿Qué decir de Andalucía? No entra siquiera en mi cabeza poder regresar para buscarme el pan allí. Estamos a años luz de cualquier país medio serio europeo y estos señores gobernantes no sólo no hacen por acercarnos a Europa, se lían a acercarnos a los Balcanes, a Venezuela y al régimen cubano.

"Es muy deprimente que la gente de mi generación (yo nací en 1977) la única aspiración que tenga en la vida sea cobrar de la Administración. (En cualquiera de sus formas: oposiciones, funcionariado, profesorado, becas, etc.) Se lo digo por experiencia: todos mis amigos que se quedaron en Andalucía cobran del Gobierno. Es algo exasperante. Deprimente. Es como morirse lentamente con una sonrisa en la cara. No tener ambición más que por hacer lo mínimo, cobrar lo máximo y escaquearse todo lo posible de la mirada del jefe. Indudablemente es algo inherente a la mentalidad española. El trabajo es malo. Pero sinceramente, ¿usted cree que podremos mantenernos mucho tiempo así?

"Yo sé que no. Tengo amigos polacos, checos, rumanos, lituanos, estonios, etc. Sé la edad que tienen y veo cómo trabajan, lo preparados que vienen de "sus países del Este". Dicho así con desprecio, como si fueran menos que nosotros porque soportaron la dictadura del comunismo. Nos comen, lo que yo le diga: en diez años nos han comido. Es impresionante con el hambre de trabajar, de aprender, de ser mejores personas y mejores europeos que vienen estos niños. Es una grandísima pena. Al menos para mí. Andalucía podía tener un Silicon Valley en Europa. Un Hollywood. Un Beverly Hills. Usted sabe que se puede hacer. Tenemos la mejor materia prima de Europa, como bien diría nuestro califa Ben-Chaves, "pero aquí tenemos sol". Tenemos una infraestructura en la Costa del Sol, privada por supuesto, para crear colonias de futuro, sitios donde se creen empresas innovadoras y atraigan profesionales cualificados del extranjero a vivir allá. No sólo por el sol y demás, sino por el trabajo. Con Sevilla como capital y comunicaciones del siglo XXI a la Costa del Sol, a la costa gaditana y a la almeriense.

"Supongo que yo seré un andaluz raro. Sí, ya me he dado cuenta. No es que todo el mundo esté loco menos yo. El raro soy yo. Y, !oiga!, a mí también me gusta el cachondeíto, el rebujito y la fiesta. Pero no por sistema. En fin, creo que ya me he desahogado suficiente. Espero no haberle aburrido demasiado con quejas y lamentos, pero es que me duele mucho que teniendo 29 años vea las cosas tan negras por allá abajo. Dirección al abismo a toda máquina sin pisar el freno. "Andalucía imparable": pero no nos dicen en qué dirección. "Andalucía sólo hay una": ¡no lo dude caballero! Gracias por escribir tan claras las ideas de las que nadie se acuerda ya, las que son obvias y las que nos harían sembrar para recoger.» (Y terminado de leer el correo, ¿cómo yo iba a decirlo mejor que lo explica este sevillano, ay, en Irlanda?)