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El Recuadro   

 El fútbol será sin goles

ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


La roja generación del chaqueteo

De lo que voy a comentar me entero por los periódicos. Vamos, como Chaves del establecimiento en Tánger (donde sus amiguitos los moros ricos) de la planta de Delphi que desmantelaron en Cádiz. Este Ayuntamiento que se alinea con Casariche y Badolatosa para la III República se ha apuntado ahora a celebrar la memoria histórica del Partido del Trabajo de España (PTE) y de sus juventudes, la Joven Guardia Roja. Pasa con esta celebración como cuando quieren evocar algo de la Sevilla de 1931 a 1936: que más les valdría no recordar nada. Porque como nos pongamos a recordar toda la verdad, puede verse la copla del chaqueteo de toda una generación. Así que más les conviene a estos viejorros no presumir de Joven Guardia Roja. Los que habían vivido su utopía del Mayo del 68; los de «seamos realistas, pidamos lo imposible». Iban por la vida de rojos rojísimos y de marxistas marxistísimos pero, hijo, pisaron moqueta y se subieron al coche oficial cuando Clavero inventó la preautonomía y cuando las primeras elecciones municipales, y todavía no se han bajado ni ha habido quien los eche del despacho, apuntados a los trenes baratos de IU o del PSOE. Si en el PTE y en la Joven Guardia Roja hubiese habido toda esa carga de utopía que ahora quieren evocar, esas dos organizaciones seguirían como tales, sin comerse una rosca, como los pequeños partidos fieles a sus ideas a pesar de la derrota, que vemos de cuatro en cuatro años, cuando en los colegios electorales están sus listas de candidatos con más moral que el Alcoyano.
Pero no fue así. No he conocido una manta de oportunistas y de negociantes de sus ideas izquierdosísimas y radicalísimas mayor que los antiguos «peteneros», como les decían en Sevilla. ¿El PSOE, dice usted? El PSOE es un recital de coherencia al lado del PTE. En el PSOE, en aquellos entonces, eran moderados, socialdemócratas. Ahora, ahora es cuando en este general baile de disfraces los socialistas a lo ZP van de rojos y de radicales. En aquel PSOE del despacho laboralista de Capitán Vigueras eran moderadísimos los que cabían en un taxi: el taxi que precisamente tomaron para ir a hacerse la famosa foto de la tortilla, antes que el dedo capitalista de Alemania los señalara como opción de futuro para España. Pero los extremistas del PTE eran unos marxistas leninistas y además, pro chinos. Te pegaban con el Libro Rojo de Mao en toda la boca y te decían que eras un demócrata pequeñoburgués de mierda si frente a la dictadura de Franco sólo pedías las libertades, y no la dictadura del proletariado, como ellos. ¡Qué poco les duró! En cuanto encontraron la posibilidad de liberarse de la tiza, del escardillo, del volante o del torno, adiós pampa mía a la utopía prochina. ¡A tomar por saco Mao Tsé Tung, que ya estoy yo colocado en la Junta o en el ayuntamiento con mi carné del PSOE, que es el bueno, el que te asegura el empleo, y vamos a dejarnos de Pekín y de marxismo leninismo! Y ni te hablo de la hijuela sindical del PTE, el Sindicato de Obreros del Campo (SOC), los que cada lunes y cada martes ocupaban una finca y pedían la reforma agraria. ¡La de alcaldes pisamoquetas pasados al PSOE que ha dado el SOC, Dios mío de mi alma!
Y si quieren, doy nombres. Aunque no hace falta que los dé, porque como Sevilla es un pueblo, aunque no los cite aquí se entiende todo. Ex jornalero petenero del SOC hay que es ahora el nuevo cacique de su pueblo, con su carné del PSOE. O como la otra pobre que murió, hija de un baranda del Gobierno Civil franquista, paradigma del chaqueteo acomodaticio en el felipismo emergente. Y nada te digo del rabioso dirigente ocupafincas con amotillo que ahora está de empresario agrícola; ecologista, eso sí, pero, vamos, creyéndose el Duque de Francavilla. Y de los llamados intelectuales que querían hacer la Revolución Cultural como en China y que han terminado enchufados en la Consejería de Cultura y trincando subvenciones, ni te cuento. Así que mejor vamos a dejarlo, y no hagamos memoria histórica del PTE ni de la Joven Guardia Roja, porque a muchos de estos viejorros de la roja generación del chaqueteo habrá que aplicarles la máxima del principio de la llegada de las izquierdas al poder: «Lo malo no es lo granujas que son, sino lo pronto que aprendieron a serlo». (Granujas y granujos, sinvergüenzas y sinvergüenzos, naturalmente.)

 

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