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El Recuadro   

 El fútbol será sin goles

ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


El Juli no vende relojes

El temporadón que de San Isidro a esta parte lleva El Juli, imparable, sirviéndole todos los toros, ya saben de sobra por las crónicas de Zabala de la Serna. Está cumbre, sin necesidad de que le monten campaña alguna de defensa de la Fiesta para acarrear pintamonas por toda España. Para campaña de defensa de la Fiesta, la de Julián López; pero no de ahora, sino desde hace muchos años. Como la de tantos otros matadores, que en los tiempos más difíciles, con los dineros más cortos y los hierros más duros, han mantenido el fuego sagrado del rito por las plazas de España (Barcelona incluida), en ferias de sol y moscas, con públicos hartos de vinazo, sin que les hicieran falta jefes de relaciones públicas ni novelerías de los que ahora se apuntan a estos trenes baratos de presumir de afición, porque han oído que con la vuelta del uno hierático y con los ojos verdes del otro guaperas ir a los toros está más de moda que nunca.
Y si El Juli lleva ese temporadón enorme de pundonor en las plazas, ni te digo el que lleva fuera de ellas. Donde, como debe ser, ni está ni se le espera. El Juli no es profesional de la fama de los platós y de las portadas, sino del capote, de la espada y de la muleta. Un capote cada vez más sobrio, más hondo, más clásico, dejándose aquel catalogo de lances como sacado del Cossío con el que inició su carrera. Lo vio un día el cantaor Pepe Peregil haciendo prestidigitaciones con el capote para arriba y para abajo, el capote a la espalda y el capote por la cabeza, y exclamó:
- ¿Pero Dios mío de mi alma, esto qué es? ¿Un torero con el capote o el Mago Tranlarán haciendo un número de magia?
El público de los pueblos esperaba de aquel Niño Juli que sacara una paloma del capote, a modo de conejo de la chistera. Y luego, al pedirle que banderilleara, esperaba el habitual rejoneo de infantería. De todo eso se ha depurado el maduro Julián, como habrán leído en las crónicas de los que saben. Como yo no sé de toros más que apoquinarle mi abono a Canorea con un cheque conformado, me deslumbra esta otra temporada de El Juli: la de fuera de las plazas. Donde con su ausencia da un importante recital de dignidad del toreo. En este mundo de chufleteo de los llamados toreros mediáticos, que convierten profesión tan seria en continua charlotada del famoseo, a El Juli no se le conoce presencia en plató, venta de exclusiva alguna, trapicheo de entrevista, antigua novia despechada que cobre por largar o alquiler de su imagen para la publicidad y venta de lo que haga falta. El Juli está fuera de la plaza como estaban antes los toreros: con toda dignidad y distanciamiento, viviendo su vida, entrenando en el campo por el invierno, jugándose la vida por la España de las ferias en el verano.
No es que El Juli pare los relojes, como los paraban Curro Romero o Rafael de Paula, pero por lo menos no los anuncia, como otros. Hay toreros de cabeza del escalafón que son hombres-anuncio. Hacen la publicidad de lo que haga falta, con tal de cobrar: de ropa italiana, de coches. Si lo pagan... Además del clásico apoderado de puro y tumbaga tienen un manager, que les lleva el trinque de la publicidad y las relaciones con los medios. Los que trincan el sobre ya no son los revisteros que Vicenta Zabala llamó «sobrecogedores». Como aquel crítico que se hizo un chalé al que los toreros cotizantes de su corrupción pusieron «Villa Sobre». Los que ahora trincan el sobre, el sobre de la publicidad y de las exclusivas, son los que van por ahí como toreros mediáticos, los únicos cuyas cornaditas salen en el telediario, habiendo por esas plazas tantos cornalones de caballo, y que si El Guerra levantara la cabeza y viera el plan que se traen, los llevaba corriendo hasta Las Tendillas, haciéndoles la carrera del señorito.
Si El Juli es el digno y serio reverso de esta moneda devaluada del toreo mediático, es además merecedora de todo elogio la absoluta reserva con que lleva su noviazgo con Rosario Domecq, con la que se casará en octubre. ¿Se imaginan la que habrían liado ciertas figuras del figuroneo en caso de estar de novios con una niña de Jerez que lleva la parte del apellido Domecq que la pronuncias y estás oyendo los cascabeles de un enganche a la larga que guía Mata y en el que Doña Petra de la Riva va oyendo la delicada cajita de música campera de los cascos de los caballos resonando sobre los adoquines por la calle Larga?

 

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