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El Recuadro   

 El fútbol será sin goles

ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Punto final de aguardiente

EN la barbería, ante el espejo, delante del sillón que más que de fígaro parece de astronauta, eyectable, como si el oficial le fuera a dar a una palanca y fueses a salir disparado y proyectado hacia el vacío de la galaxia... En la barbería, sobre el anaquel de vidrio de los avíos de afeitar y de pelar, el oficial tiene una talquera de goma roja, ya cuarteada por el tiempo. La de pelados, de arreglos de cuello y de afeitados que tendrá encima la roja talquera de goma, con su negro tapón de rosca. Se lo comento:
-La de años que debe de tener encima la talquera.
Y me da hecho el arranque de este artículo:
-Esa talquera es la barbería donde yo empecé, que me la traje de recuerdo cuando cerraron.
-¿Qué barbería era?
-Berro, la que estaba en General Polavieja esquina a Almirante Bonifaz, no sé si se acuerda usted de ella.
-Como si me estuviera arreglando allí y como si en el sillón de al lado se estuviera pelando medio mundo del toreo, desde Rafael el Gallo a Vicente Zabala.
-Y de Juan Belmonte también cuentan que se arreglaba allí, como estaba frente de Los Corales.
Y parece que Berro cerró ayer por la mañana, de cercanos que están los recuerdos. Vamos, que cerró cuando la Barbería de los Pajaritos en la calle Betis, o cuando cerró Bors en la calle Sierpes, en la esquina con Francisco de Bruna, donde luego se establecieron Los Luchinos cuando empezaban.
Berro cerró en silencio, como suele morirse la Sevilla de los comercios tradicionales. Como acaba de cerrar El Punto en la Puerta Osario. Ese templo del aguardiente se ha ido como los buenos toreros: en silencio. «El Punto Anisados» ha echado el cierre sin alardeos, sin estridencias. Ahora que el tranvía vuelve, se cierra la taberna del aguardiente de los tranviarios. Tras su aguardentosa cancela se veían en un cartel de «permitido fumar» los nombres manuscritos de los últimos marineros que abandonaron el barco el 31 de julio de 2007. Permitido fumar, prohibido soñar. Cuando alguien se muere, la guasa de Sevilla dice que se ha quitado del tabaco. A El Punto también lo han quitado del tabaco. Ya en El Punto ni se puede fumar ni se puede coger una papa muy simpática de Machaco o de aguardiente de hierro. Vaga por allí el recuerdo de la cuadrilla de Vicente Pérez Caro y queda en el aire un verso de Rafael el Poeta, su patero. ¿Dónde se citará ahora la gente de los Villanueva? ¿Es que la Puerta Osario ya no quiere costaleros? De El Colmo no se acuerda casi nadie de la gente que sigue en ese trocito de Sevilla: la cuadrilla de la Puertosario. Tenemos tranvía para ir a los cables con Ella en las levantás, y en La Encarnación, setas por saetas: setas en vez de pañuelos blancos por una saeta de Manuel Torre en el balcón de los Miura. Pero en la construcción de nuestro sueño ya no habrá nunca una cervecita con arvellanas en El Punto, cerrada catedral de sevillanía.
En la Puerta Osario, con el crujido de una cancela que se cierra, se han oído estos silencios del adiós. La muerte de los viejos comercios. Difuntos de fosa común, sobre los que apenas hay una flor o una lágrima. Muertos que nadie recordará en noviembre. Pensando estas cosas iba, de Berro al recuerdo de El Punto, cuando pasé por Sierpes, junto a Deportes Zeta, y vi también cerrada para siempre la pequeña betunería. La última que quedaba en la calle. El más íntimo salón de limpiabotas que hubo nunca, donde tenías que esperar os o tres siglos para que te lustraran. La Sierpes de los grandes salones de betunería (Carmona, Biedma), un recuerdo. Recuerdo que se mete por el callejón de Oropesa, al comienzo de Cuna, y se encuentra con que también en silencio, como los grandes toreros, ha cerrado un centenario almacén de papelería y artículos de escritorio: Liñero, oloroso de resmas de seda y rollos de vegetal, de cajas de sobres azules como telegramas de felicitaciòn, de cuadernos de tapas de hule negro como de capota de coche de caballos bajo la lluvia. Una Sevilla que se va en silencio. Y lo que es más triste, sin que nadie la eche de menos. El silencio torero de una Sevilla que se corta la coleta de ella misma le ha puesto punto final de aguardiente y serrín a El Punto de la Puerta Osario.

 

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